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La demonización de Piqué

La campaña contra el escaso patriotismo del futbolista Gerard Piqué ha dado sus frutos: el jugador del Barça y de la selección española de fútbol ha anunciado que está dolorosamente harto de als insidiosas agresiones de grupos de ultas y que se retirará después del campeonato mundial de Moscú de 2018.

Piqué es un extraordinario jugador que, con inteligencia, ha sabido aislarse del conflicto que emponzoña las relaciones de Cataluña con España, ha jugado al fútbol maravillosamente y ha contribuido de manera decisiva a la consecución de las grandes copas que ha logrado la selección española, entre ellas la del Mundial de Sudáfrica de 2010. En sus declaraciones, nunca ha vertido ideas o conceptos que puedan ser ofensivos para la sensibilidad del público, y ha mantenido con acierto sus convicciones personales fuera del debate deportivo. Pese a ello, la masa energuménica se ha cebado con él, porque presuntamente no habría dedicado a la selección un esfuerzo lo bastante heroico.

La injusticia es indignante y merece la pena hacerla trascender del plano estrictamente deportivo: el nacionalismo español exacerbado no solo está en los estadios sino también en algunas esferas de la política, y mientras haga sentir su deletéreo influjo, será imposible resolver el contencioso catalán, que debe quedar cuanto antes en manos de verdaderos demócratas. No hay tiempo que perder.

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