Diario de Mallorca

Diario de Mallorca

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Antonio Papell

Crisis socialdemócrata

Hay quien cree, probablemente con razón, que la nula respuesta de la socialdemocracia europea a la gran crisis global de 2008, provocada indubitablemente por los excesos dolosos del liberalismo rampante y que se acabó resolviendo por dolorosos procedimientos asimismo neoliberales por incomparecencia del contrario, fue la tumba de una ideología que había surgido con oportunidad y potencia tras la Segunda Guerra Mundial para asegurar la creación en los países democráticos de bien surtidos estados de bienestar, capaces de desalentar cualquier nostalgia de los totalitarismos.

De hecho, hay análisis que sostienen que la socialdemocracia que sustentaba el ideario del PSOE pereció aquí definitivamente el 12 de mayo de 2010, cuando el presidente Rodríguez Zapatero, en lugar de dimitir, enunció desde la tribuna del Congreso un programa de nueve puntos que representaban el mayor recorte de gasto de la historia de la democracia española. Un recorte que echaba por tierra el programa y lo planes del presidente socialista que se hallaba en su segunda legislatura, y que vino dictado imperativamente por la Comisión Europea, que amenazó al gobierno con el más inclemente rescate si nuestro país no se plegaba a los dictados de la filosofía conservadora que Alemania había decidido impulsar después de algunas vacilaciones. Como es sabido, frente a la crisis se barajaron dos soluciones en las sucesivas reuniones del G20: la neoliberal, del ajuste duro y la consolidación fiscal, adoptada finalmente por la señora Merkel, y la progresista, neokeynesiana, preferida por Obama, que logró superar la crisis mucho antes y con mejores resultados. Las fórmulas alemanas, adoptadas por la Comisión con extremo rigor, dejaron sin margen al centro-izquierda europea, al tiempo que empobrecían a las muchedumbres del sur de Europa y atacaban sobre todo a las clases medias, que adelgazaron hasta la extenuación.

Los grupos sociales menos favorecidos y/o más inquietos dejaron entonces de buscar a los socialdemócratas para avanzar. La crisis alcanzó al socialismo alemán comparsa de Merkel, al británico tan desorientado y dividido que ni siquiera supo dar la batalla contra el Brexit, al francés que podría no llegar a la segunda vuelta de las presidenciales, según las encuestas, al italiano, al español?

Por su parte, tras la inflexión del 2010, la sociedad española acuñó el tópico más dañino para los socialistas: el PSOE era lo mismo que el PP puesto que abrazaba los mismos dogmas, obedecía los mismos dictados, se plegaba a idénticas políticas? Y se había dejado tentar por parecidas corrupciones. Lo ocurrido en Caja Madrid, donde la nómina de corruptos fue transversal, corroboraba aquel aserto. Las políticas sociales y reformistas que había introducido Rodríguez Zapatero en su primera legislatura desde la instauración de la dependencia a la legalización del matrimonio homosexual, pasando por un sinnúmero de medidas progresistas cayeron rápidamente en el olvido.

Hoy, la socialdemocracia no encuentra su objetivo. Se ha escrito, probablemente con razón, que en Europa ha muerto de éxito, ya que los estados de bienestar que pretendió son ya una gozosa realidad en casi todas partes. Pero su consunción es inoportuna porque todavía hay cometidos que podría encabezar. En concreto, la impulsión de políticas económicas más humanas que la fría ortodoxia liberal, según las pautas keynesianas que tan buenos resultados le han dado al Partido Demócrata norteamericano.

En segundo lugar, debería emprender una lucha sin cuartel contra la pobreza y la exclusión, conforme a pautas valientes que ya rigen en el País Vasco un ejemplo que había que mencionar más y en otros países. Y, por último, debería patrocinar un esfuerzo en pro de la modernidad, de las nuevas tecnologías, de la inversión en investigación, del cambio de modelo productivo. Queda, en fin, mucha tarea por hacer.

Compartir el artículo

stats