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El cierre del Reino Unido

La premier británica Theresa May ha anunciado que su país obligará a las empresas a revelar el número de trabajadores extranjeros como medida de presión para que contraten británicos, evitando con el más descarado proteccionismo que los inmigrantes tengan empleos que los nativos pueden desempeñar. Además, según ha anunciado la ministra del Interior Amber Rudd, se restringirá la llegada de estudiantes extranjeros a las universidades para reducir el número de inmigrantes que llegan al país a partir de marzo de 2017, que es cuando Londres planteará formalmente a la Unión Europea la "desconexión".

Todas las razones que puedan argumentarse para este cierre de fronteras son negativas, peligrosas y desconcertantes. Regresa a Europa el nacionalismo, que supuestamente ha de proteger a los naturales de cada país de sus vecinos (la mayor parte de los "inmigrantes" que iban al Reino Unido eran europeos). Ello producirá susceptibilidades que, si alguien no lo remedia, apelarán a la historia para sentar un nuevo y peligroso sistema de relaciones intraeuropeas. Se alzarán muros, reales o imaginarios pero efectivos, en el Viejo Continente, y los conceptos como el cosmopolitismo, la globalización y el internacionalismo se embridarán de nuevo con el yugo identitario. Un peligroso paso hacia el abismo.

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