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Joaquín Rábago

La venalidad de los excomisarios

Algunos excomisarios, interesados a lo que parece sólo en sus propios bolsillos, están causando un daño inmenso a la idea europea. Está en primer lugar el más que vergonzoso caso del expresidente de la Comisión, José Manuel Durao Barroso, fichado por Goldman Sachs, el banco que ayudó a Grecia a maquillar sus cuentas.

Durao Barroso ayudará al banco estadounidense a mitigar los efectos negativos del Brexit, entre ellos la necesidad de muchos bancos de buscar sedes alternativas a la City de Londres. Con ese paso, el político portugués parece dar razón a los demagogos como la líder del Frente Nacional francés, Marine le Pen, según la cual nada de eso "puede sorprender a quienes sabemos que la UE no sirve a los ciudadanos sino a las altas finanzas".

Por desgracia, Durao Barroso no es el único que antepone su desmedido afán de lucro al prestigio de la institución que tan generosamente le ha pagado durante tantos años por una gestión que muchos califican como más que dudosa. Está también el caso de la exvicepresidenta de la Comisión Europea y responsable de su Agenda Digital Neelie Kroes, que declaró antes de asumir el cargo que, cuando lo dejase, no regentaría ni un establecimiento de bed and breakfast.

La holandesa Kroes, empresaria y exministra de Transportes y Telecomunicaciones de su país, ocultó que mientras servía supuestamente los intereses de la UE, dirigía en secreto una empresa fantasma en el paraíso fiscal de las Bahamas. Y tras dejar el cargo, fue fichada como asesora por el Bank of America Merril Lynch, como lobista por la plataforma de transporte privado Uber, además de pasar a formar parte del consejo de la empresa de software Salesforce.

"Neelie Kroes es el conflicto de intereses personificado", critica el europarlamentario de los Verdes alemanes Sven Giegold. Pero hay por supuesto más casos: la exvicepresidenta de la Comisión y comisaria de Justicia, Derechos Fundamentales y Ciudadanía Viviane Reding, luxemburguesa, ha sido contratada por la fundación Bertelsmann y la multinacional belga Agfa Gevaert.

Y el excomisario de Comercio Karel de Gucht, belga de nacionalidad, ha entrado a formar parte de los consejos de supervisión del consorcio acerero ArcelorMittal y de Proximus, el mayor grupo de telecomunicaciones belga. Y no es que los comisarios se vayan a tener problemas económicos una vez dejado el cargo: durante un máximo de tres años reciben una pensión equivalente a entre un 40 o un 65% de sus ingresos anteriores.

Según ha calculado el semanario alemán Die Zeit, en el caso de Neelie Kroes, esos ingresos eran de unos 12.700 euros mensuales. A cambio, tienen que comprometerse a solicitar, aunque sólo durante el año y medio siguiente a su salida de Bruselas, autorización del comité de ética si se les ofrece un empleo en la empresa privada.

El problema es que el comité de ética lo constituye la propia Comisión y, según el Observatorio de la Europa Corporativa, no parece ser lo neutral que sería deseable. Hace tiempo que algunos políticos europeos, como la parlamentaria cristianodemócrata alemana Ingeborg Grässle, piden, aunque hasta ahora sin éxito, que el comité lo formen expertos independientes. ¡Así está esa UE en la que se nos pide que creamos!

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