Diario de Mallorca

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Destacados dirigentes del Partido Socialista Obrero Español, con las presidentas de Andalucía y Balears entre ellos, han pedido disculpas públicas por el espectáculo de su comité federal del sábado pasado. No estuvieron a la altura que exigían las circunstancias, reconocen. Pero pocos esperaban que fueran a estarlo después de los despropósitos que habían ido acumulando, acto tras acto y declaración tras declaración, el secretario general cesante y su ejecutiva. Someter a todo el país durante casi un año al absurdo de proclamar a la vez una cosa y la contraria no habrá nuevas elecciones, pero tampoco haré lo único que cabe hacer para impedirlas es lo que llevó a la jornada traumática que nos regalaron este fin de semana último.

Disculparse no sirve de nada en realidad; lo que cuenta es lo que piensan hacer los dirigentes del PSOE ahora, no ya para contentar a su militancia sino para algo muchísimo más importante: convencer a los millones de ciudadanos que todavía les votan de que merece la pena seguir haciéndolo. Con un añadido esencial tras la catarsis del sábado pasado: cuándo se va a volver a las urnas, porque será entonces el momento más crucial para el Partido Socialista desde que abandonó el marxismo en el congreso de Suresnes de 1974, el último que realizó en el exilio. Si entonces estaba en juego el futuro de la socialdemocracia, ahora vuelve a estarlo añadiendo de paso el propio futuro del PSOE.

¿Pueden ir los socialistas a unas elecciones de aquí a dos meses? Todas las evidencias disponibles ponen de manifiesto que no, que acudir a las urnas con las heridas del día 1 de octubre tan recientes llevaría a la catástrofe incluso más allá de la serie de percances al que las conveniencias personales del secretario general cesante han llevado a los socialistas en dos sucesivas elecciones generales y otras dos autonómicas. Pero cómo evitar la cita electoral de diciembre manteniendo a la vez el sentido de la oposición al gobierno del Partido Popular, el único viable hoy por hoy, no lleva a ninguna respuesta fácil. Reiterar, como ha hecho la presidenta de Balears, el "no es no" está lejos de ser una solución: redunda en el problema de fondo que ha llevado al PSOE donde está. Y a mi juicio consiste en su incapacidad para explicar a la ciudadanos de manera convincente qué quiere decir el sí, qué quiere decir el no, y qué quiere decir la abstención. Recurrir a la militancia en estas condiciones va a servir de poco más que de lavado de cara para las conciencias maltrechas de quienes han hundido al Partido Socialista. De hecho, la pregunta que se deberían hacer comenzando por los dirigentes que componen el comité federal es qué parlamento prefieren. Porque en mi opinión hay que elegir entre el de ahora mismo, en el que el próximo Gobierno no tendrá mayoría, o el que salga de las urnas en diciembre, con un probable Partido Popular muy reforzado y un Partido Socialista reducido casi a la presencia testimonial.

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