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Antonio Papell

El PSOE, un pan como unas tortas

La gestora pactada por los ganadores del comité federal del pasado sábado, en la que predominan como es lógico los representantes de los críticos, tiene el encargo implícito de facilitar la gobernabilidad sin plantearse siquiera la posibilidad de negociar un gobierno alternativo. Es probable que quienes urdieran esta solución al conflicto no se dieran sin embargo cuenta de que mediante esta operación el PSOE pierde totalmente la iniciativa, que queda en manos de la mayoría ya formada PP, Ciudadanos y Coalición Canaria, con 170 escaños.

En efecto, la decisión del aparato socialista de descabezar el partido con el argumento de que la estrategia de la dirección defenestrada conducía irremediablemente a unas nuevas elecciones (o, en su defecto, a una coalición con Podemos y "los independentistas", más imaginaria que real) obliga a la nueva dirección a tomar las decisiones congruentes con el golpe de mano. Para hacerlo, no necesita apelar a los militantes como quiere Antich el expresidente de Ba- lears que forma parte de la gestora y que, vinculado a Francina Armengol, representa a los defenestrados oficialistas sino tan solo al comité federal, que fue el que en su reunión de diciembre impuso la negativa a respaldar a Rajoy, ratificada tácitamente después del 26J. Pero para endosárselo a los militantes y votantes sin que estos reaccionen con gran irritación, lo lógico sería que el apoyo la abstención se prestara a cambio de importantes contrapartidas, de renuncias significativas del PP, de la aceptación de propuestas progresistas de altos vuelos por la nueva mayoría de gobierno.

Sucede sin embargo que cuando el vendedor muestra gran interés en vender, el precio baja, y en este caso el PSOE tiene que conseguir a toda costa que Rajoy sea investido, ya no sólo porque por este objetivo ha provocado una espectacular confrontación en su seno, sino también, y sobre todo, porque si el PP decidiera ahora ir a unas terceras elecciones, el PSOE sufriría un inenarrable batacazo. Después de todos los errores del PSOE, es ahora el PP el más interesado en ir a las urnas, que podrían acercarle a la mayoría absoluta, como ñas encuestas y el más elemental análisis se cuidan de poner de manifiesto.

En otras palabras, el PSOE se tendrá que conformar con unas migajas como contrapartida de su apoyo, lo que permitirá a Podemos alardear de ser la única fuerza de izquierdas que realmente se opone a la hegemonía de la derecha y que no transige con la corrupción. Previsiblemente, el PSOE se convertirá en una especie de Pasok, totalmente irrelevante y por lo tanto fuera de los equilibrios de poder, que estarán establecidos entre el centro derecha coaligado y el populismo ascendente, con su referente de Syriza que gobierna actualmente en Grecia. El PSOE ha hecho, como diría un castizo, un pan como unas tortas.

El dilema de la izquierda estaba en realidad planteado desde que surgió en este hemisferio, y con vocación de transversalidad, una nueva formación populista y radical capaz de atraer a los menores de cuarenta años y al sector más formado tecnológicamente del país, frente a un PSOE que actualmente es votado por los ciudadanos de mayor edad y por una mayoría de marginados tecnológicos. En esta coyuntura, el PSOE ha ido dejando pasar las oportunidades y hoy se encuentra postrado, controlado por el viejo aparato oligárquico y desacreditado por una guerra interna que pone de manifiesto que esta organización padece todas las más viejas lacras de la partitocracia en fase de extinción. Ha sido una obra maestra, por la que los próceres que han gestionado esta historia de deslealtades pasarán sin duda a la historia.

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