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La suerte de Podemos

La crisis del PSOE es de gran calado, y no se la puede resumir en su escueta significación directa: lo ocurrido revela que la vieja casta política de este país, la que ha nacido y crecido en los aparatos oligárquicos de los partidos, la que padece un sarpullido cada vez que oye hablar de primarias aunque lo disimule cuando hay público delante, no ha entendido la pulsión de cambio que desde hace ya varios años ha irrumpido en el corazón y en la médula de este país. Como bien ha dicho estos días Errejón y algún otro dirigente de Podemos, desde el 15 de mayo de 2011 ya no sirven muchas de las propuestas clásicas de los partidos tradicionales, cuya credibilidad pereció arrasada por la propia crisis y las políticas inclementes que se aplicaron: son necesarios otros discursos, otros objetivos, otros estilos de gobierno, otra ética pública, otros modelos de personajes públicos, dispuestos a fundirse con el electorado.

La implosión del PSOE, que se veía venir, significa que prevalecen las viejas políticas, la complicidad PP-PSOE para preservar un modelo bipartidista en cuyo seno ha crecido esplendorosamente la corrupción el caso de las tarjetas black debería llenar de vergüenza y oprobio a los gestores del viejo régimen y en el que se ha enriquecido todo el establishment. Podemos tiene suerte porque lo de la casta le han facilitado la persuasión: ya tiene el camino expedito para seguir haciendo proselitismo y consiguiendo el apoyo de mayorías cada vez más consistentes.

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