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Antonio Papell

La sangría del PSOE

La expresión se está utilizando para describir con melodramatismo la pérdida de votos y escaños del Partido Socialista en estas elecciones autonómicas del domingo pasado y, por extensión, la que tuvo lugar el 20D en las generales, agravada el 26J. Se asuele utilizar para responsabilizar del desastre a la actual dirección del PSOE, y bien está que se pida cuentas a los políticos de la gestión que hacen de la representación que ostentan, pero en esta clase de asuntos, como en la vida, conviene atribuir bien las paternidades.

Para efectuar un mínimo recuento que nos permita calibrar lo sucedido en los últimos años conviene recordar que la indignación popular que acabó afectando al sistema de representación emanado de la Transición tuvo su punto culminante en la manifestación del 15 de mayo de 2011, que dio fecha y nombre al movimiento de los indignados. Podemos no nacería sin embargo hasta enero de 2014, por lo que el bipartidismo imperfecto todavía regía cuando se celebraron las elecciones de 2011, en las que el PSOE, con Alfredo Pérez Rubalcaba al frente, obtenía 110 diputados con el 28,76% de los votos. Había perdido 59 escaños y el 15,11% de los electores desde los 169 escaños y el 43,87% de los votos que Rodríguez Zapatero había logrado en 2008.

Podemos participó por primera vez en unas elecciones estatales en las europeas de 2014, en las que obtuvo cinco escaños y el 7,89% de los votos, suficiente representación para que la construcción de aquel partido todavía balbuciente y germinal fructificara. El bipartidismo empezaba a agrietarse y pronto se vería que el sistema de representación avanzaba hacia una fórmula cuatripartita, con Podemos a la izquierda y Ciudadanos en el centro derecha.

En las primeras elecciones generales a las que concurrió Podemos, las del 20 de diciembre de 2015, esta formación y sus confluencias obtuvieron el 20,68% de los votos y 69 escaños (Ciudadanos, el 13,93% y 49 escaños). La irrupción de las nuevas fuerzas redujo como es natural el espacio de las otras dos, y el PP consiguió el 28,72% y 123 escaños (63 menos que en 2011) en tanto el PSOE, ya con Pedro Sánchez al frente, logró el 22,01% y 90 escaños (20 menos que en 2011).

Evidentemente, Sánchez consiguió menos escaños que Rubalcaba pero no está claro que se pueda afirmar que logró un peor resultado. No es lo mismo competir con un solo rival para ocupar un determinado espacio que hacerlo contra tres contendientes.

Algo parecido puede decirse de lo ocurrido en las elecciones vascas y gallegas. En las vascas, el PSE consiguió el 11,94% de los votos y 9 escaños frente al 19,14 y los 16 escaños de 2012. Pero entremedias irrumpió Podemos, que ganó en Euskadi las elecciones generales del pasado 20 de diciembre con el 25,97% de los votos, 15.000 más que el PNV. Evidentemente, el PSOE empeora su posición, pero no se le puede culpar al secretario general de turno de la presencia de Podemos. En Galicia ha sucedido lo mismo: el PSG-PSOE ha bajado, pero Podemos ha irrumpido también con fuerza pro primera vez.

Si hay que atribuir responsabilidades sobre esta cuestión, hay que mirar sin duda mas atrás: Podemos nace de los errores cometidos por los grandes partidos en la génesis y la gestión de la crisis. Para entender la indignación social que cambia el modelo político de este país y arrincona a las grandes fuerzas convencionales, es preciso señalar a quienes fabricaron y alentaron la burbuja, dilapidaron recursos y erraron a la hora de afrontar un gran turbión.

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