Diario de Mallorca

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Elon Musk, cofundador de Pay Pal, ha ganado notoriedad fuera del mundo de los negocios virtuales al presentar en el Congreso Internacional de Astronáutica celebrado en Guadalajara, Méjico, un plan para poder viajar a Marte y colonizarlo. La idea no pasa de ser de momento lo que los anglosajones llaman wishful thinking y los españoles castillos en el aire pero como el caballero es el inventor del coche eléctrico Tesla cabe darle al menos el beneficio de la duda por lo que hace a las cuestiones técnicas que habrán de resolverse para poder llevar a 100 personas al planeta que nos queda más cerca. Y, una vez allí, seguir los pasos narrados en tantas novelas de ciencia ficción con el fin de terraformizar dotar de atmósfera respirable, en esencia Marte.

Lo mejor de la idea de Musk es que se supone que los viajeros encargados de colonizar Marte se pagarán su billete hasta allí, aunque, que yo sepa, aún no se ha entrado en los detalles de cómo asumir los mayores gastos, los de la colonización, ni tampoco lo que podría costar el billete de vuelta si a uno no le convence la aventura.

Lo peor, en mi opinión, de esa historia es el argumento filosófico que subyace a la idea de colonizar Marte. El propio Musk lo utiliza: podemos quedarnos en la Tierra esperando que la sobrepoblación y el dispendio de recursos haga que se extinga nuestra especie o podemos convertirnos en multiplanetarios. El razonamiento tiene un agujero negro evidente: ¿qué nos garantiza que en otro planeta no vayamos a hacer lo mismo? Aunque, como es natural, la degradación del universo convierta en imposible la supervivencia eterna hasta para las bacterias, estamos hablando de lapsos de tiempo muchísimo menores. En realidad el comienzo de la explosión humana comenzó hace cerca de diez mil años con la agricultura, del alfabeto y las ciudades-Estado pero no hace ni doscientos que la Revolución Industrial y las mejoras sanitarias convirtieron en imparable el crecimiento de nuestras poblaciones. ¿Hará falta el doble, cuatrocientos, para esquilmar Marte? ¿O bastaría con la mitad?

Una vida en otro planeta, incluso tan cercano como Marte, no se parecerá en casi nada a esa a la que los occidentales los únicos que podrían pagarse el billete si incluimos en la lista a los ciudadanos de Extremo Oriente, estamos acostumbrados. Las condiciones extremas se parecerían mucho más a las de una existencia en la cárcel bajo condena de cadena perpetua, y olvidándose de la televisión. Sería preciso dejar atrás museos, parques y el mundo cosmopolita que mueve buena parte del turismo actual. ¿Cabe llamar supervivencia a eso? Quizá lo que nos haga falta es que talentos como el de Musk se pongan a idear la forma de conservar este planeta como queremos que esté. Y que convenzan, claro, a empresarios y políticos. Algo que a mi entender queda mucho más lejos incluso que Plutón.

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