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Antonio Papell

Las elecciones y el día de mañana

Desde diciembre de 2015, la ciudadanía ha acopiado creciente información política que sin duda condicionara...

Desde diciembre de 2015, la ciudadanía ha acopiado creciente información política que sin duda condicionara sus decisiones futuras. En este sentido, las elecciones gallega y vasca de ayer incrementan el acervo de datos que manejarán en ocasiones sucesivas los electores, lo que no significa necesariamente que los resultados de dichas consultas hayan de influir decisivamente en cualquiera de los sentidos posibles.

El elemento más rotundo que se desprende de este 25S es la reiteración de la mayoría electoral absoluta de Núñez Feijóo en Galicia, a pesar de las vicisitudes que han afectado a su partido, el PP, desde la anterior consulta autonómica. Sin embargo, la lectura de esta paladina evidencia no es unívoca ni simple, ni está claro en qué sentido influirá este resultado en la psicología colectiva y en la política general. El hecho de que en Galicia, a diferencia del resto del Estado, el Partido Popular no haya de padecer un cierto castigo por las políticas de ajuste y por la corrupción puede deberse a) a que los gallegos forman una comunidad excéntrica que participan poco de las inercias estatales; b) a que los gallegos no se han impresionado por las vicisitudes populares; y c) a que Núñez Feijóo ha conseguido desmarcarse de su pertenencia popular de hecho, ha ocultado a conciencia las siglas del partido y ha comparecido bien poco en público con Rajoy durante la campaña. Con semejante análisis en el escenario, es imposible saber si el resultado gallego del PP fortalecerá sus opciones futuras, las dejará inamovibles o las minimizará.

El PSOE, por su parte, que no había competido nunca con Podemos / Las Mareas en los ámbitos autonómicos en disputa, ha obtenido el peor resultado posible, tanto objetivamente cuanto en comparación con las elecciones de 2012. Esta vez las encuestas han acertado y el sorpasso se ha producido tanto en Euskadi como en Galicia. En esta comunidad, el PSOE gallego, descabezado tras la dimisión del secretario general José Ramón Gómez Besteiro, imputado en dos casos judiciales, quedó en manos de una gestora que no ha sabido controlar ni mucho menos pacificar la organización, al margen de la cual se ha mantenido entre otros el alcalde de Vigo, Abel Caballero, una de las personalidades más potentes del PSOE gallego. Quiere decirse que, con estos mimbres, el cesto no podía ser ni voluminoso ni resistente.

En Euskadi, la decadencia del PSOE ha tenido causas más profundas que la simple rivalidad con EH Bildu y Podemos ha habido una gran oportunidad perdida después de que los socialistas gobernaran con el apoyo del PP durante la legislatura 2009-2012; en todo caso, este declive es muy revelador y requiere terapias muy intensas, aun cuando el PSOE vaya a gobernar con el PNV, ya que la suma de escaños PNV+PSE supera la de EH Bildu+Podemos.

La responsabilidad de Sánchez en estos malos resultados es objetiva en cierto sentido, pero no relataría la realidad quien omitiera la evidencia de que las malas políticas combinadas del PP y del PSOE vinculadas a la corrupción y a la gravísima crisis fueron las causantes del derrumbe del bipartidismo imperfecto y el surgimiento del actual modelo cuatripartito, que ha traído como consecuencia una merma estructural de las dos formaciones clásicas.

En definitiva, estos elementos, unidos al escaso éxito de Ciudadanos en las dos comunidades en litigio, desempeñarán un papel en el inmediato futuro, pero puede decirse sin rubor que sólo los adivinos y no los analistas serían capaces de determinar el influjo de estas claves. Ni está más cerca la investidura de Rajoy que ya podría descartarse definitivamente ni tampoco el gobierno alternativo que Sánchez buscará afanosamente esta semana, ni hay modo de saber cómo influirán estos equilibrios recién constituidos en los de las hipotéticas elecciones generales que ya se entrevén a la vuelta de la esquina.

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