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Antonio Papell

La otra corrupción

El catedrático Antón Costas, presidente del Círculo de Empresarios, ha publicado un artículo sobre "La salud moral del capitalismo español" en el que constata que la crisis ha minado el crédito del capitalismo y de la clase empresarial, de manera global y también en España, donde el anterior presidente de la gran patronal española está en prisión, acusado de graves delitos. Entre las causas de esta pérdida de prestigio están los abusos de las grandes empresas financieras que comercializaron las hipotecas-basura y otros productos contaminados, el comportamiento de los banqueros que malversaron el dinero que les había sido confiado tras percibir sueldos astronómicos y concederse pensiones de escándalo, el mal ejemplo de personajes como Rodrigo Rato que se han valido de sus cargos públicos para enriquecerse privadamente y dar rienda suelta a su inconfesable ambición?

Recuerda Costas que el capitalismo no tiene por qué ser intrínsecamente perverso, y que una tradición encabezada por Adam Smith defiende el mercado como mecanismo de progreso social, siempre que se combine la "mano invisible" con una ética que guíe el comportamiento moral de los actores, y que se atenga a dos criterios: la justa retribución de los participantes en el proceso productivo capitalistas, empresarios y trabajadores y el respeto a las reglas de la competencia, que favorecen a los consumidores/ciudadanos porque erradican las prácticas monopolísticas. En eso consistiría el "contrato social", que debería ser tutelado también por el Estado, árbitro y garante de que todos los derechos concurrentes en la convivencia serán respetados.

Sería muy voluntarista el análisis que considerara que en España se cumplen estas condiciones. Más bien parece que la falta de contrato social ha generado un lacerante desinterés hacia las desigualdades creadas por la crisis, hacia el efecto lamentable de los recortes en los servicios públicos que son básicos en la generación de la igualdad de oportunidades. Recuerda Costa que "los defensores del libre mercado no deben olvidar que lo que legitima al capitalismo es su capacidad para ofrecer expectativas a todos, especialmente a aquellos que más las necesitan. Desde esta perspectiva, el desempleo, la desigualdad, la pobreza y la falta de oportunidades no hablan bien de la salud moral del capitalismo español".

En nuestro país, el capitalismo es preferentemente especulativo "extractivo" o "de amiguetes", en la jerga al uso que Costas recoge, muy dado a la cartelización y a la monopolización, con diferencias salariales excesivas entre directivos y trabajadores, muy frecuentemente basado en la explotación del asalariado, al que se le niega seguridad laboral para garantizar su abnegación forzosa. El alto número de horas extraordinarias no pagadas que se realizan en este país corrobora la opinión anterior.

Es evidente que en este caldo de cultivo han pescado con aprovechamiento las nuevas formaciones políticas que, en una actitud inédita, ya no proponen tanto soluciones utópicas, y por ello mismo irrealizables, cuanto la recuperación de los conceptos genuinos y del sentido cabal de las palabras. Una legislación laboral que autoriza pongamos ese ejemplo bien inteligible que un trabajador que realiza una tarea permanente haya de encadenar contratos temporales para que el empleador no se sienta agobiado por la fijeza del empleado es inservible por razones evidentes de moral pública, y porque revela una corrupción de los sentimientos morales del edificio empresarial, insensible a las necesidades vitales de quienes le dan sentido, que son sus trabajadores.

La sensación de fin de ciclo que muchos sentimos al observar la situación complicada de este país sugiere que habrá que reconsiderar buena parte de nuestras estructuras económicas y sociales además, por supuesto, de revisar el entramado legal y la estructura política. Sería pues buen momento para recapacitar sobre la salud moral del capitalismo, sin la cual será difícil integrar a grandes sectores sociales en el proceso de recuperación.

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