La final de las series mundiales de triatlón disputada el pasado domingo en Cozumel, en la que nuestro "Súper Mario" Mola se proclamó campeón del mundo, nos dejó uno de los finales más épicos que se recuerdan en la historia del deporte.

A tan sólo 400 metros de meta, cuando iba liderando la prueba y a las puertas de conseguir el que hubiera sido su segundo campeonato del mundo, Jonathan Brownlee sufrió un durísimo golpe de calor que le obligó a detenerse y a punto estuvo de dar con sus huesos en tierra. En ese momento, su hermano mayor Alistair (que iba tercero) le cogió del hombro y lo arrastró hasta la meta, donde literalmente le empujó hasta caer al suelo al borde del colapso, en la que ha sido sin duda una de las imágenes del año.

Consideraciones aparte sobre la deportividad y belleza del gesto, por un lado, y la temeridad del mismo para la salud del triatleta inglés, por el otro, la pregunta que todo el mundo se hace es la misma: ¿está eso permitido? ¿no deberían haber sido descalificados? El apéndice K del reglamento de competición de la International Triathlon Union establece que "aceptar asistencia de cualquier otra persona diferente de un oficial técnico, oficial de carrera u otro atleta", será sancionado con la descalificación. Vemos así que el reglamento sí prevé que los atletas puedan asistirse entre ellos, pero dicha asistencia se limita en el artículo 2.2 a "elementos incidentales tales como, pero no limitado a, nutrición y bebidas tras un avituallamiento, bombas de inflado, tubulares, gomas y kits de reparación de pinchazos".

Si bien es cierto que el anterior listado no es limitativo, lo cierto es que de su lectura parece desprenderse que la asistencia se limita a elementos "técnicos" de la carrera, pero no a ayudas "deportivas/físicas" como la que prestó Alistair a su hermano pequeño.

A esa conclusión nos lleva también una lectura integradora y finalista del reglamento de la ITU. Así, entre otros el artículo 2, titulado "Normas generales", establece que "los atletas competirán sin recibir otra asistencia que la del personal del evento o los oficiales", y el artículo 6, referido a la conducta en la carrera a pie, afirma que "los atletas no serán acompañados por miembros del equipo, managers o liebres en el circuito".

Parece claro que el espíritu del reglamento es que los atletas compitan y lleguen a meta por sus propios medios, estando prohibido que reciban ayudas externas de cualquier persona, atleta o un tercero. En este sentido el reglamento de la Federación Española de Triatlón es mucho más tajante al prohibir todo tipo de ayuda entre atletas, cuando contempla que "los deportistas no pueden recibir ningún tipo de ayuda externa, ni entre ellos, excepto avituallamiento (entre ellos)".

Y en este caso resulta evidente que, si no llega a ser por la ayuda de su hermano, Jonathan no sólo no hubiera acabado la carrera (o si lo hace lo hubiera hecho con muchísima dificultad y nunca en segunda posición), sino que lo lógico y deseable es que los oficiales médicos se lo hubiesen llevado de inmediato al hospital, evitando así el innecesario sobreesfuerzo al que le forzó su hermano y que hubiese podido tener fatales consecuencias para su salud.

Convendremos todos en que el gesto de Alistair de querer que su hermano sea campeón a toda costa es el vivo ejemplo de la fraternidad y es digno de alabar (seguramente todos hubiéramos hecho lo mismo en su situación), pero ello no quita que esté prohibido y que debiera haber sido sancionado con la descalificación de ambos de la carrera, porque es una clara ayuda externa que permite a Jonathan obtener el segundo puesto en la carrera y en la clasificación final del campeonato, perjudicando así de forma clara al español Fernando Alarza, quien debería ocupar el subcampeonato del mundo en su lugar (huelga decir que a efectos económicos y de patrocinadores la diferencia entre quedar segundo y tercero es significativa).

Entonces, si tan evidente es que debían haber sido descalificados, ¿por qué motivo no prosperó la reclamación del equipo español? Desde un punto de vista jurídico y de reglamento no encontramos explicación alguna, salvo que uno quiera estirar su interpretación hasta lo indecible. Nos inclinamos más a pensar que ha sido una decisión política de la ITU, en lo que constituye un peligroso precedente. ¿Por qué? Pues porque hablamos de una imagen que ha dado la vuelta al mundo, que ha abierto telediarios en todos los países, que ha provocado que el triatlón tenga una repercusión que de otra forma no hubiera conseguido.

Un hermano saliendo al rescate del otro, incluso poniendo en riesgo su vida para intentar conseguir un título mundial, todo por el triunfo. La expresión máxima de la deportividad y la lucha, y encima entre hermanos. ¿En qué lugar hubiese quedado la ITU si descalifica a los hermanísimos que, junto a Mario y Javier Gómez Noya, más están haciendo por el triatlón en los últimos años?

Seguramente hubiera recibido infinidad de críticas por su falta de sensibilidad y, como al final del día Mario conservó el campeonato, debieron pensar que lo más sencillo era tirar por el camino del medio (a nadie escapa que es más fácil perjudicar a Alarza que a un Brownlee, como siempre ha sido más fácil pitarle un penalti en contra al equipo pequeño que al grande).

Pero como juristas la decisión adoptada por los árbitros de la ITU es totalmente inaceptable, y bien haría el equipo español en recurrir hasta las últimas instancias (incluido el TAS) para que se haga justicia con Fernando Alarza. Porque las normas están para cumplirlas, y lo que no cabe es que se apliquen o se dejen de aplicar en función del atleta que se ve afectado o la repercusión social y el impacto que en el "negocio" de la competición pueda tener, ya que lo contrario nos sitúa en el peligroso y nunca deseado terreno de la arbitrariedad y la inseguridad jurídica.

* Abogado del deporte en Corner Abogados