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Antonio Tarabini

¿Saturación, masificación, agobio?

La temporada turística ha sido, y sigue siendo, un éxito en rentabilidad empresarial, basado fundamentalmente en el número de turistas que han elegido nuestras islas para pasar sus vacaciones y que ha desbordado todas las previsiones. Elección motivada en parte por la "inseguridad" que viven los nuevos, y hasta ahora competitivos, destinos turísticos en las riberas del Mediterráneo (Túnez, Argelia, Egipto, Turquía?), pero también por una mejora visible de nuestros productos turísticos, aunque permanezca vivo y coleando un índice todavía relevante de turismo basura. Pero podemos morir de éxito. Comienzan a oírse voces y opiniones que, con mayor o menor acierto, se muestran preocupadas e inquietas por la constatación de síntomas de saturación, masificación y sensaciones de agobio entre los residentes y también entre los turistas y visitantes. La clave puede estar no en la descalificación del otro, sino en analizar y evaluar los hechos en un contexto que se supone común: la reconversión y consolidación de nuestra actividad turística, complementada por otras y basada en criterios de sostenibilidad.

El diccionario define "saturación" como "aquel estado que tiende a usar y ocupar un espacio, una infraestructura, un equipamiento y/o un servicio por completo, que puede conducir a excesos y que puede provocar estado de ansiedad". Aplicado a nuestra temporada alta, es un hecho constatado que ha habido fechas en que la carga humana sobre nuestro territorio, infraestructuras, equipamientos y servicios ha doblado nuestra población "estable" superando los dos millones. Desde tal definición y constatación sí pueden visualizarse síntomas de saturación. Nuestro territorio, por su naturaleza isleña, es limitado y frágil, y no puede negarse un uso y abuso de nuestras costas y espacios naturales. Las infraestructuras y equipamientos básicos (carreteras, depuradoras, desaladoras, residuos?) están al límite. La masificación es un hecho insostenible en realidades tan diversas como determinadas playas o la Catedral de Palma y sus entornos, con riesgo grave de convertirse en un parque temático. Y también es real una percepción de agobio, entendiendo como tal el "estado que nos invade a los seres humanos normalmente cuando estamos sometidos a muchas presiones en los diferentes ámbitos de la vida o cuando una determinada situación se torna insostenible e inmanejable y que se caracteriza especialmente por la experimentación de una enorme molestia y fatiga". Tal agobio no lo sufrimos sólo los residentes, sino también los turistas y visitantes, con resultados negativos en su valoración y, por tanto, en su intención de repetir.

Frente a tales realidades se producen diversas reacciones. Unos, haberlos haylos, no las consideran preocupantes y centran sus propuestas en ampliar nuestras infraestructuras (carreteras, depuradoras, desalinizadoras?) para posibilitar un acceso abierto, sin límites, a la demanda y en facilitar el uso de las áreas y espacios naturales, creando zonas de aparcamientos y nuevos servicios. Y, como es lógico, liberalizar la construcción y el uso turístico de todo, incluido nuestro agro. En el otro extremo, también haberlos haylos, los que demonizan sin ningún matiz la actividad turística. Ambos extremos son minoritarios, y entre ellos aparecen diversas plataformas, plurales y transversales, que proponen medidas que posibiliten una actividad turística, complementada por otras de diversa naturaleza, que sea sostenible y que garantice una rentabilidad que repercuta también en una mejora de las condiciones de vida de la ciudadanía.

El pasado sábado se presentó un nuevo manifiesto, titulado "Sin límites no hay futuro", cuyo contenido no es negativo, pues expone nuestra realidad, con sus fortalezas y debilidades. "Poner límites" a la destrucción progresiva de nuestro territorio, incluidas sus áreas naturales, evitar la masificación expansiva que exige nuevas infraestructuras y equipamientos, evitar una competividad basada en una actividad intensiva con mano de obra de escasa cualificación, explorar otras posibilidades de actividad económica? no es matar a la gallina de los huevos. Más bien al contrario, es garantizar su sostenibilidad. Nuestra capacidad de acogida no es ilimitada.

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