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Ramón Aguiló

Escrito sin red

Ramón Aguiló

Autobombo

Para cualquiera ajeno a la clase política es obvio que el Consell Insular de Mallorca es una institución que sobra del mundo de los vivos, es decir, de los que pagan impuestos. Más de una vez he dicho que la coexistencia del CIM y el gobierno autónomo compartiendo competencias sobre una población que es el 80% de todas las islas, supone que una de las dos instituciones sobra. La población de Mallorca se ve sometida al absurdo de depender de cuatro administraciones radicadas en el mismo territorio: la municipal, la insular, la autonómica y la estatal. Si en lugar de tener como prioridad la colocación del máximo de afiliados, que a su vez se convierten en agitadores electorales, los partidos políticos hicieran planteamientos racionales de mejores servicios al menor costo (menos impuestos), se vería claro que hay dos soluciones al exceso de administración en Mallorca, que suponen reformas constitucionales y del estatuto de autonomía: la primera, la más fácil, es suprimir el CIM, cuyas competencias pasarían al Govern. Tendría la enemiga del resto de islas cuyos políticos ven comprometido su estatus ante una conformación institucional que, en su fundamentación, no se basa en las islas sino en un gobierno autonómico más fuerte; es, por tanto, un modelo racional, pero percibido con desconfianza por las islas menores, sometido a tensión institucional. La segunda, la más difícil, es suprimir el gobierno autónomo y que cada isla tenga todas las competencias, con su propio parlamento y su propio gobierno, con una presidencia confederal autonómica rotatoria de cada uno de los presidentes de cada isla. Así, se solventaría el déficit democrático de unas competencias que no son de naturaleza local transferidas a los consells sin control parlamentario y desaparecerían las tensiones interinsulares. Al precio, claro está de un debilitamiento institucional de la autonomía en relación al resto de España.

Como la clase política está tan acomodada a lo que hay y cualquier proyecto de cambio supone un riesgo que de ninguna manera quiere asumir, estamos abocados a las duplicidades, a la permanente fricción institucional y a su elevado coste. Gobierne quien gobierne. Con motivo de la celebración de la Diada de Mallorca hemos podido constatar la "rebelión" de Miquel Ensenyat, que ha exigido a Armengol financiación y más competencias en turismo, agricultura, transporte, juventud e igualdad. Se hace eco así de las palabras de Armengol de cuando presidía el CIM y decía que "sólo con más competencias y mejor financiación se pueden defender los intereses de cada isla". Curiosamente hace sólo dos meses, el conseller de Hacienda, Cosme Bonet, del PSOE, decía que "el Consell no está infrafinanciado, el superávit del año pasado es de 33,6 millones de euros y por lealtad institucional no se puede abrir un nuevo frente al Govern". Como puede verse, nada es verdad y nada es mentira?

La personalidad de Ensenyat no se contenta con asumir de vez en cuando un protagonismo institucional de poca monta; él, como Maria Antònia Munar antes, se siente y se proclama presidente de Mallorca, cuando los mallorquines sólo tenemos dos presidentes, Armengol y Rajoy, este último en funciones; él sólo representa al CIM. Y como la administración a su cargo le sabe a poco, lo mismo que a su partido, Més, se ve en la necesidad de bracear en ondas y papeles y construir tinglados para que sepamos de su existir. Para ello ha demostrado una increíble habilidad. Así, se inventó una guerra con el barón de Extremadura, Fernández Vara, a propósito de la financiación y de la idiosincrasia de los extremeños. El extremeño comentó que era gente como Ensenyat la que sobraba. Respondió Ensenyat con una epístola patriótica en la que se ufanaba de defender al pueblo mallorquín, como el extremeño al suyo, contra terratenientes y hoteleros. Ya saben, los malos. Después tuvo la ocurrencia genial, por fortuna temporal, de sustituir la basura importada de no sé qué país europeo por basura importada de Menorca, basura nacional, claro, para alimentar los insaciables hornos con los que Tirme exige la ingente soldada prometida por el propio CIM, gobernada entonces por UM y su hombre más ético, Morales. Más tarde llegó la celebración de Junípero Serra y el viaje, gastos pagados, a California y Washington. Allí la armó buena con una organización india californiana que considera al padre Serra un demonio y un genocida, que, al parecer, motivó la intervención de la CIA. Diario de Mallorca tituló "La CIA teme a Ensenyat." Al final no sabemos si la CIA se interesó por la política de pactos del CIM, un intento de Ensenyat de espolear a los nativos americanos contra el gran Satán, o más bien informó a Ensenyat de su punto de vista sobre el proceso independentista. Fue su momento de mayor esplendor. Fue un cara a cara entre Mallorca y la Roma contemporánea, a orillas del Potomac, el nuevo Tíber. Bartolomé Font Obrador, de haber seguido con vida en este momento culmen, la habría abandonado sin queja. Tumy Bestard sobrevivió al trauma, pero ya no es el mismo. Más tarde, espoleado por su nacionalismo convocó a expertos europeos, incluyendo a un conocido miembro de la extrema derecha alemana, a quienes agasajó en la sede del Consell. Otro momento inolvidable fue la crisis de los refugiados. Como presidente del CIM, Ensenyat no podía permanecer ajeno al drama de los refugiados que se desarrollaba en el Egeo. Hacia Quíos voló con sus ayudantes. Allí, no se sabe muy bien qué tareas humanitarias desarrolló pero debieron ser muchas y capitales. Un columnista lúcido ante cualquier atisbo de grandeza humana glosó su actuación comparándola con la de los héroes aqueos, imperecedera, le llamó "El Titán de Quíos". Al parecer consiguió fotografiarse junto a un refugiado.

Bueno pues, el susodicho Titán de Quíos, ante la afrenta que suponía para la venerada institución de su presidencia que IB3 pudiera interrumpir la transmisión de unas dos horas de los actos institucionales de la Diada, incluido su discurso, un muermo que no veas, para dar paso a su informativo, airado, clamó a los dioses del pacto que IB3 les ignoraba y, a través de su jefe de prensa, Eduardo Zúñiga, un hombre de la cuota de Podemos, acordó la transmisión de los actos con Canal 4 por un importe de 17.000 euros, casi tres millones de las antiguas pesetas. Tras la abortada concesión de servicios públicos de turismo del hombre de Barceló, Pere Muñoz, a su amigo Antonio Martorell, encausado por los tribunales en una de tantas causas en las que brilló UM, y del consiguiente escándalo, los partidos de gobierno del CIM, PSIB, Més y Podemos, se conjuraron para desmentir a su presidente y abortaron la contratación de la empresa de Jacinto Farrús, otro procesado por corrupción de los tribunales de justicia. Al final IB3 retransmitió casi treinta minutos del titánico discurso y de imágenes de los premiados. Gratis. Todo un logro del pacto de progreso.

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