Diario de Mallorca

Diario de Mallorca

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Pilar Garcés

El desliz

Pilar Garcés

Entonces será un virus

El lunes comenzaron las clases en la facultad de Medicina, un hito digno del año Llull en curso. En la foto del primer día en Medicina, 41 alumnos: 37 mujeres y 4 hombres, las chicas llegan pisando fuerte. Fue divertido observar entre mis compañeros, pero a la inversa, el famoso extrañamiento que nos invade a nosotras cuando vemos imágenes de las reuniones del G8, docena y media larga de señores y Angela Merkel tomando decisiones inapelables sobre temas vitales. Es un desasosiego normal, pues la relativa paridad que se manifiesta en el universo no se ve reflejada en esas instantáneas con predominancia masculina. Ahora tampoco se aprecia en las aulas y hay un ligero escozor por si de ahí en unas cuantas décadas también en las cumbres mundiales de líderes las corbatas serán complementos en vías de extinción. No preocuparse, chicos. Basta mirar el claustro de la reluciente facultad para encontrarse con que de los 29 profesores titulares y asociados que impartirán las 12 asignaturas de primero solo 4 son mujeres. Cosas que ocurren en un centro universitario que en su periodo de puesta en marcha está teniendo una decana al mando, Margalida Gili, que ocupará el cargo hasta que se elija nuevo responsable. La decana, psicóloga, no encuentra explicación semejante desproporción, aunque recuerda que en el largo listado de candidatos a docentes había pocas mujeres. ¿A las mujeres no les interesa la enseñanza? Eso lo desmienten las cifras de la Universitat balear ya hace años.

Pues si no tiene una explicación, será un virus. El mismo que ataca a las instituciones y hace que de las distinciones protocolarias recaigan mayoritariamente en hombres y solo de forma residual en mujeres, por mucho que tengamos una presidenta del Govern. El mismo que otorga los premios literarios a los escritores y las sillas en los consejos de administración a los ejecutivos. Un virus que hace a los tíos más fáciles de encontrar y por ende, de elegir para los nuevos retos. Un virus que explica que las estudiantes sean mejores y logren las notas de corte necesarias para acceder a los estudios más exigentes, pero luego se transformen en profesionales incapaces de gestionar sus carreras de forma brillante, que entregan a los hombres los puestos de responsabilidad y las nuevas oportunidades. Yo veo claro que las alumnas sobresalen mientras en la época de formación pueden dedicarse a sus vocaciones sin interferencias y a tiempo completo. Cuando después asumen el papel de esposas, madres, cuidadoras, administradoras y demás con escasa o nula ayuda, sencillamente se ven obligadas a priorizar y a ceder el terreno conquistado con tanto esfuerzo.

Las mujeres tenemos techo y un millón de cosas que hacer, y nos faltan ese par de horas que ellos pueden dedicar a explorar horizontes de crecimiento personal y laboral. La decana de Medicina no tiene la culpa de que no haya doctoras que se postulen a dar clases en la Facultad, pero seguro que si se esmera un poco encontrará alguna compañera que haga más digerible esa proporción tan pobre. Sería deseable que ella y todos quienes tienen mando en plaza no se quedaran con la idea de que avanzar no nos gusta, o no queremos, o no nos interesa, porque de lo contrario nada cambiará nunca. Me he acordado de la estupenda serie de televisión Borgen, en la que la protagonista Birgitte Nyborg, la primera ministra danesa, se ve obligada a dejar el cargo durante un mes para cuidar a su hija enferma. A su vuelta y ante el Parlamento en pleno dice: "¿De verdad alguien en esta Cámara pensó que deseaba retirarme y ser ama de casa?"

Compartir el artículo

stats