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Antonio Papell

El 'no es no' del PSOE

El "no" de Pedro Sánchez fue ayer rotundo y claro, y se basó en tres pilares: el convencimiento ideológico y moral de que el PSOE no puede apoyar la candidatura del candidato conservador, el compromiso contraído con sus votantes, y el bien del país.

La intervención del secretario socialista se detuvo pormenorizadamente en las causas del rechazo. Sánchez desgranó los argumentos en los distintos planos imaginables: la corrupción, que ha envuelto al Partido Popular durante los últimos años y que no se ha combatido con suficiente energía; la obra de gobierno de toda una legislatura, en que las políticas liberales anticrisis, aplicadas con escasa sensibilidad, han dejado numerosas víctimas, todavía en riesgo de exclusión o sencillamente empobrecidas hasta más allá de lo soportable; y la incompatibilidad del proyecto popular con el que ha presentado el PSOE a las pasadas elecciones. Sánchez no ha querido hacer sangre con Ciudadanos, pero sí ha dejado claro que su programa de 200 puntos suscrito con ellos representaba una enmienda a la totalidad de la legislatura pasada, en tanto el nuevo acuerdo rubricado por Rivera y Rajoy que no ha sido un proyecto de investidura sino de gobierno, como reconocía el propio Rajoy en la tribuna no es más que una propuesta de continuidad que retoca algunas tendencias pero que no cuestiona el rumbo emprendido por el PP de la mayoría absoluta.

Sánchez dejó claro que, en la sesión de investidura, el candidato solicita la confianza de los diputados para formar gobierno. Lo que se dirime no es la oportunidad de tal o cual fórmula, ni mucho menos las ventajas de contar con un gobierno aunque sea en inoperante minoría frente a la precariedad de una situación de inestabilidad como la actual, sino la confianza. Y es impensable que el PSOE, que lleva consigo su propio programa, otorgue confianza a quien representa todo aquello que los socialistas quieren cambiar.

La argumentación fue tan contundente que el propio Rajoy, en su primera réplica, pidió a Sánchez que no se cebase tanto en la explicitación de sus motivos, ya que había entendido perfectamente todas las partes del no. Y en este momento, el debate pasó a otro plano, en el que el candidato expuso como tesis principal la improcedencia de que el PSOE no interprete que no dejar gobernar a quien puede exhibir 170 diputados lesiona los intereses generales. A juicio de Rajoy y evidentemente de mucha más gente, Sánchez debería ceder por patriotismo. Ante lo cual el líder socialista trajo a colación unas pertinentes palabras de Azaña: "ningún problema político tiene su solución en el código del patriotismo". Entre otras razones, porque nadie tiene derecho ni autoridad para interpretar la auténtica voluntad del pueblo, más allá de lo que sí está explícito en sus tomas de posición en las urnas.

Pese al descubrimiento de que el acuerdo PP-C's es en realidad un pacto de gobierno, lo que afianzaría la posición de Rajoy, es claro que, con la actual aritmética parlamentaria y si no cambiasen las posturas intelectuales, la abstención ocasional del PSOE permitiría a Rajoy ocupar la presidencia y arraigar en ella, ya que como se sabe la noción de censura es constructiva pero no gobernar, ya que en prácticamente todas las decisiones parlamentarias habría más noes que síes en la balanza legislativa. Y si se tiene en cuenta esta evidencia, la cuestión de si tiene o no sentido facilitar esta clase de gobernabilidad como un gesto de gran filantropía tiene nuevamente difícil respuesta. Porque el fracaso de la investidura, que se constatará este viernes, nos aboca casi con seguridad a nuevas elecciones, pero no acaba de verse de qué modo razonable se podrían evitar.

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