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Así se divorcia un genio

Los tecnodioses son insufribles. ¿Alguien elegiría a Mark Zuckerberg, inventor de Facebook, o a Steve Jobs (Apple) para salir de cañas? Seguro que no. Ellos no son de este mundo. Están a lo suyo, cocinando nuestro futuro. De ese puñado de visionarios acaso el que más empeñado está en cambiar el mañana sea Elon Musk, que sueña con llevarnos todos a Marte en los cohetes de su empresa, Space X, para salvarnos el cuello cuando este planeta Tierra se agote. De hecho, Musk dice que va a morir en el planeta rojo. Mientras llega ese momento crepuscular marciano quiere que todos nos movamos en sus coches eléctricos Tesla.

Esta empresa presentó anteayer una nueva berlina Model S con una autonomía de 613 kilómetros. Tiene un motor eléctrico capaz de acelerar de 0 a 100 kilómetros en 2,5 segundos. Nivel Ferrari. Tiempo para cargar la batería, veinte minutos. Y Musk aún nos quiere hacer más veloces. El Hyperloop es otro de sus proyectos: el "super AVE" entre Los Ángeles y San Francisco que se movería a 1.220 kilómetros por hora.

Es normal que Musk, con todo ese porvenir que tiene encima, no tenga tiempo para ser humano. Quienes le conocen creen que es incapaz de experimentar emoción alguna. Incluso dudan de su estado mental. Dicen que no duerme porque teme que los robots se apoderen del mundo mientras tanto. Para conocer qué hay dentro de esa cabeza privilegiada, y desquiciada, nada mejor que leer Elon Musk. El empresario que anticipa el futuro, biografía escrita por el periodista especializado en tecnología Ashlee Vance. Hay de todo en esa vida. Una infancia mezcla de Dickens y Stephen King: el hombre que tiene una fortuna de 10.000 millones de dólares sufría palizas de sus compañeros de colegio en Sudáfrica y creció bajo la tortura psicológica de un padre al que, maldición genética, se parece más de lo que él desearía. Fue un genio de la informática que primero creó con su hermano Zip2, una especie de antecesora de Google Maps y la vendió por 307 millones de dólares; luego creó X.com, la semilla de PayPal, y la vendió por 1.500 millones y ahora hace cohetes que alquila a la NASA y coches eléctricos que ansían los millonarios. Ahora está en la cima del mundo y dice que antes de fracasar se suicidaría.

También ha alcanzado las más altas cotas de cretinez. Su primera mujer, Justine, que se sometió a tratamientos de fertilidad para dar a luz cinco hijos en dos años (gemelos y trillizos) cuenta que el bueno de Elon le dijo un día: "O salvamos hoy nuestro matrimonio, o se acabó". Ella le pidió tiempo. Él le hizo una caricia y se marchó. Esa tarde le anuló las tarjetas de crédito. Para subrayar el mensaje, envió a alguien para anunciarle que se divorciaba. Con gente así hacemos nuestro futuro y arruinamos nuestro presente.

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