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Ramón Aguiló

Escrito sin red

Ramón Aguiló

El dilema desesperante

Llamo dilema a la encrucijada en que se encuentra el PSOE entre abstenerse en la votación de investidura y, por tanto, posibilitar un gobierno de Rajoy, o votar en contra y obligar a unas terceras elecciones en diciembre, el día de Navidad. Podría también llamársele trilema pues existe una alternativa diferente: la de propiciar un pacto con los escaños de Unidos Podemos, PNV, PDC y ERC. Algunos comentaristas afirman que esa última opción nunca ha dejado de ser contemplada por Sánchez, la única que le llevaría a la presidencia del gobierno. Pero se puede aventurar que no tiene ninguna posibilidad de realizarse. Si las dos primeras pueden significar conducir al PSOE a la irrelevancia, como afirman los portavoces de la ejecutiva de Sánchez, esta última, además de contradecir el mandato del comité federal, supondría con toda probabilidad el estallido del PSOE y su propia imposibilidad, pues provocaría la rebelión de una parte notable de los diputados socialistas y la escisión del PSOE. Hay pues que descartarla por completo y reafirmarse en el análisis efectuado tras las elecciones del 26 de junio: o gobierno en minoría del PP (inestabilidad) o terceras elecciones.

No hay forma de que el PSOE pueda escurrir el bulto. No abstenerse y votar "no" significa terceras elecciones. Los portavoces del PSOE van emitiendo declaraciones a cual más surrealista para ganar tiempo, pero es dudoso que la demora de la decisión de abstenerse les sitúe en un terreno más favorable. Después de intentar sacudirse la presión remachando el raca raca de que no es no y de qué parte del no no entiende el PP, un día y otro, quizá no se dan cuenta de que un cambio de última hora, cuando la presión no sólo llegue del PP y Ciudadanos, sino también del SPD, de la UE y también de Hillary Clinton, también destruirá la credibilidad de los dirigentes del PSOE. Por tanto su táctica solamente tendría sentido si ya hubieran tomado la decisión de optar por las terceras elecciones. Si no es así, nada se entiende. Y hay que pensar que la posición de Sánchez, por muy equivocada que a algunos les pueda parecer, tiene que tener su lógica, que no puede ser otra que pensar que las terceras elecciones son una opción mejor que la abstención, aunque sea a base de imponer unas determinadas condiciones. Alguna encuesta, como la de Sigma Dos, apunta a que el 33,6% de los españoles culparía a Sánchez de la repetición de elecciones, frente al 24% que responsabilizaría a Rajoy. Es verdad que las encuestas no se han revelado en los últimos tiempos como muy fiables entendidas como pronósticos. Es verdad que algunas parecen haberse confeccionado a gusto del protagonista del encargo y es también verdad que ni los poderes económicos ni mediáticos parecen muy favorables a las terceras elecciones. El último en pronunciarse ha sido el candidato norteamericano a ser vicepresidente con Clinton, Tim Kaine, manifestando su preocupación por unas terceras elecciones, algo inédito. Si, además, la elección es el día de Navidad, en lo que parece otra jugarreta de Rajoy, es, como mínimo dudoso, que la decisión sea más favorable al PSOE que una abstención condicionada.

Si, como decía Keynes, cuando cambian las circunstancias es aconsejable cambiar de opinión, es difícilmente comprensible que los hombres de Sánchez afirmen que no hay ninguna justificación para debatir lo que ya está debatido (la posición ante una investidura de Rajoy) y por tanto no hay ninguna necesidad de convocar nuevamente al comité federal. Hay que recordar que cuando la última reunión de dicho comité, C's tenía comprometido el voto de abstención a Rajoy, que solamente podía apoyarse en sus 137 votos. Ahora, después de la aceptación por parte del PP de las seis condiciones sine qua non y de la primera premisa de fijar la fecha de la sesión de investidura y el consiguiente paso de C's de la abstención al voto positivo en caso de acuerdo en el programa de gobierno, Rajoy dispondría, cerrando un acuerdo también con Coalición Canaria, de 170 votos, sería mucho más complicado explicar a la opinión pública un voto negativo que obligaría a votar otra vez.

"Es el tiempo de Rajoy", dice Sánchez; "perderíamos toda credibilidad si nos abstuviéramos", dice Hernando; "el PSOE quedaría destruido", dice otro; "el PP apela a nuestra responsabilidad para con el país cuando el PP votó en contra de las medidas que en julio de 2010 propuso Zapatero para salvar a España ("que se hunda" dijo Montoro, "ya la levantaremos nosotros"), tuvo otra oportunidad en la investidura de Sánchez y pudiendo abstenerse y posibilitar un gobierno para España, votó en contra al igual que Podemos y desencadenó las terceras elecciones; ¿por qué deberíamos hacer nosotros lo que el PP se ha negado a hacer?", dicen otros. Una razón sería demostrar que, en este momento, la izquierda tiene superioridad moral sobre la derecha. Que no van a la par.

Puede perfectamente argumentarse que el PP se ha ganado a pulso la resistencia del PSOE a votarle. La corrupción, el desprecio a la oposición, y el voto en contra de Sánchez figuran en el pasivo de un Rajoy que no ha dado en ningún momento motivos para pensar que se ha alejado de su imagen de taimado, mentiroso, cobrador de sobresueldos ilegales, máximo dirigente de una formación que se ha financiado ilegalmente más allá de toda duda razonable, alentador de corruptos, incluso de aquellos como Bárcenas acusados por el propio partido de robarle. Su último desprecio a la opinión pública y a la verdad ha sido negar que la ejecutiva del PP se hubiera reunido para aceptar las condiciones de C's, cuando la semana anterior había afirmado lo contrario.

Rajoy es un dinosaurio impresentable. Comprendo la irritación de los dirigentes del PSOE. El PP no ha dudado en comprometer los intereses de España en su propio beneficio. Pero hay que acotar los sentimientos en su justo término. En 2010 el voto contrario del PP y su nula responsabilidad no podía impedir la aprobación de las reformas de Zapatero. En marzo de este año, Sánchez pedía el voto favorable aportando el pacto con C's que suponía el apoyo de 130 diputados, siendo el PP el partido más votado con 123 escaños, habiéndose negado al principio de la legislatura más corta de la democracia a hablar de nada con Rajoy, con el objetivo de preparar su propia opción con el apoyo de C's y la abstención de Podemos. La corrupción también ha manchado al PSOE. Al PSOE, después de la segura declinación del primer intento de investidura de Rajoy, primera y segunda votación, y cuando ya el PNV asegura que no le votará después del 25 de setiembre, sólo le queda una opción para evitar que le sea adjudicada la mayor responsabilidad en la realización de las terceras elecciones, sean éstas el día de Navidad o no, y evitar empeorar sus resultados, y es manifestar su posición favorable a la abstención en este momento crucial para el país si el candidato del PP es una persona diferente a Rajoy y comprometida contra la corrupción.

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