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Norberto Alcover

Contra el olvido

Primero fue un niño tirado en alguna playa donde recalan inmigrantes en pateras. Dios mío, qué terrible. Hasta que nos olvidamos del niño. Ahora ha sido otro niño encontrado bajo escombros después de un bombardeo enemigo o, vaya a saber usted, puede que amigo.

Y de nuevo, Dios mío, qué terrible. Dentro de pocos días, nos habremos olvidado del segundo niño y de su valiente rescatador. Y es que los niños convertidos en víctimas y, por supuesto, hechos material de información grafica, consiguen una resonancia muy superior a la de todo adulto por razones obvias: un niño es vida en estado puro. Por lo tanto si lo fotografiamos o filmamos muerto o en situación de inmediata mortandad y nada digamos si alcanzamos a captarlo en el momento en que es salvado por alguien, ese niño se convierte inmediatamente en viral desde todos los medios de comunicación actuales y clásicos. Incluso podría proporcionar una excelente historia para algún film de bandera: sangre, sudor y lágrimas infantiles y a todo color? o por el contrario, intimista hasta el desmayo ah, los niños, que maravilla en la vida y en la muerte. Y nada digamos en el intermedio. Una auténtica maravilla. Pero nosotros, sobre todo en agosto, les olvidamos porque "cuando calienta el sol allá en la playa" mandamos a hacer gárgaras cualquier preocupación. Ya llegará septiembre. Ya volveremos a tener conciencia colectiva. Ya volveremos a ponernos tibios unos a otros y a quejarnos por la infamia de los muertos en Siria y de los niños destrozados. Ahora no. Agosto es sagrado. Sagrado de inconsciencia. De olvido.

Pero en los mismos vídeos y filmados, aparecen hombres y mujeres que "están en el ahí correcto", en esos lugares del mundo donde pueden socorrer, salvar de la muerte, abrazar a cualquier niño o adulto mientras lo sacan del mar o de un montón de escombros. Menudos tipos estos y éstas, con una decisión y energía que no impide la sencillez y ausencia absoluta de protagonismo. Perdidos en el fin del mundo, sin que, en general, nadie les conozca, día a día, sin descanso, y puede que sacrificando sus vacaciones, están ahí y regalan sus ambiciones para que alguien, mejor si es una criatura, salga con vida de algún desastre. Voluntarios a los que nosotros, perfectamente sentados en nuestras poltronas agosteñas, llegamos a criticar con una frase también terrible: "Vete a saber lo que conseguirán, vete a saber por qué hacen todo esto, lo mismo reciben dinero bajo mano? Nunca se sabe?". Y mientras decimos esto, los voluntarios siguen salvando vidas y nosotros cuidándonos la nuestra. Personalmente, en ocasiones siento una vergüenza insalvable, parecida a una apisonadora. Sobre todo cuando marcho a la cama y pongo los brazos tras la cabeza, ya acostado, y pienso en el día ya vivido, huye el sueño y me invade una envidia infinita ante esta gente, pero también una sensación de asco ante la utilización mediática de tales niños que poco después serán enviados a los calabozos de los dosieres, al disco duro, a la nada de las máquinas. Al olvido.

Hace una semana, les hablaba de mi peluquero y tantísima gente que, en el absoluto anonimato, nos sirven y así, sencillamente así, solamente intentando cumplir con su deber ciudadano y profesional, sostienen nuestra sociedad. Así de sencillo. Hoy doy un salto en el vacío, y les propongo estos dos niños víctimas de la guerra, que muy pronto serán olvidados. Y de nuevo apelo a su conciencia. No tan solo para evitar casos parecidos. Sobre todo, para seguir presionando donde sea en orden de acabar con esta guerra tan sucia que a todos llena de insalvable culpabilidad. Y lo peor es que nuestros políticos, enfrascados en gravísimas tareas pactistas, no dedican ni una sola palabra a detalles internacionales, sumidos como están en la cocina de su propia casa. Tanta sangre debiera gritarles y sacarles de su impudor. Y a nosotros, a ustedes. Y a mí, despertar nuestras conciencias hasta perder unos minutos el sueño. Y así, no olvidar. Hacer memoria.

Una pregunta final: ¿por qué mueren los niños libios, sirios, palestinos, y de tantos otros lugares, y los nuestros, tan niños como los demás, sobreviven al tiempo? Habrá que responder.

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