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Los bichitos que sacan a la calle al personal

A los treinta días de su estreno mundial los lanzadores de Pokemon Go han conseguido unos doscientos millones de dólares en ingresos

Paseo por el Parque de Berlín, un bonito recinto del barrio de Ciudad Jardín, en el distrito madrileño de Chamartín. Hace un calor de más de 35 grados. Aún no se ha retirado el sol. Entre los caminos bajo los árboles y el pequeño estanque con restos del derribado Muro de la Vergüenza se encuentran decenas de niños, jóvenes y "entrados en años". Calculo que un ochenta por ciento lleva en su mano un teléfono "inteligente", un "smartphone" de reciente generación. Todos van pendientes de los bichitos. Casi nadie habla por el aparato cuya función primitiva es comunicarse a distancia. Ni tampoco con personas de su alrededor. Ha llegado la oleada de los Pokemon Go.

Estudios y literaturas varias señalaban el problema de mucha chavalería de hoy que se pasa horas y horas sentado ante el ordenador o tumbado en su cama o en un sofá de la casa manipulando un teléfono o una tableta. Se ha dicho y escrito de todo.

De la tendencia al sedentarismo, a la obesidad, a la apatía para no hacer nada, no mover un dedo salvo con el ratón o el joystick... Se ha hablado del futuro de unas nuevas generaciones que entretienen su ocio o su desempleo estáticos y sin ganas de hacer nada, ni de buscar empleo, de jóvenes que solamente tienen amigos a través de internet, abandonan a la peña, a la panda para ir a recluirse en su cuarto y enchufarse a alguna red social. Y se habla hasta de los peligros que esto conlleva.

Bueno, pues han llegado los bichitos activados por un fabricante japonés y la muchachada se ha lanzado a la calle, al parque, a las plazas de pueblos y ciudades, grandes y pequeñas, de Europa, América, Asia, Oceanía... Por la noche y por el día en la madrugada fresca del invierno austral o las tardes bochornosas del verano boreal. A cualquier hora. Proliferan las "quedadas" para cazar pokemons que sobrevuelan los paisajes virtuales de los distintos aparatos electrónicos. Es más, los fabricantes atienden las solicitudes de sus seguidores y llenan de bichitos voladores las zonas de mayor afluencia de jugadores. Suelen poblar áreas con abundante vegetación, con arbolado y jardinería, junto a frecuentadas iglesias y plazas, donde surgen los animalitos que aletean a la espera de que los intenten cazar.

Para conseguir captar la aparición de los virtuales voladores los jugadores deben moverse pues las posibles víctimas de la caza están ubicados por el fabricante en virtuales sitios distintos y concretos, se localizan en coordenadas fijadas a nivel mundial. Así podrán encontrar los emplazamientos de sus objetivos, lanzarles sus dardos o pelotas e ir eliminando bichitos.

Tal es el sistema que hasta tiene un ranking a escala planetaria y ya están establecidos marcas y récords que aparecen en los medios y redes sociales. Ya es un acontecimiento mundial que provoca unos beneficios que también se acercan al récord. A los treinta días de su estreno mundial los lanzadores de Pokemon Go han conseguido unos doscientos millones de dólares en ingresos. A la vez que, según expertos en este tipo de negocios, logra el mayor éxito de la historia del teléfono móvil.

Aparte de las marcas en juego, descargas y extensiones de la fiebre virtual que representa, la diversión de la caza de bichitos virtuales ha conseguido que sedentarios chavales (y no tan chavales) dejen sus sillones, se alejen de sus ordenadores, abandonen sus tumbadas posturas y hagan ejercicio buscando a posibles animalitos juguetones. Éxito económico, plan saludable.

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