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Eduardo Jordà

Viajeros y turistas

Sería interesante conocer al autor de las pintadas contra los turistas que aparecieron hace meses en el casco antiguo de Palma. "Guiris go home", "El turisme destrueix la ciutat" y cosas por el estilo. ¿Qué estudios tiene, por ejemplo, el autor de estas pintadas? ¿Tiene un trabajo más o menos fijo? Y si lo tiene, ¿es en el sector público o en el privado? ¿Y sabría explicar las diferencias entre uno y otro sector, llegado el caso? Y por lo demás, ¿a quién vota? ¿Cuáles son sus ideas sobre la economía? ¿Qué entiende por destruir una ciudad? ¿Y qué entiende, ya que estamos, por turista? Paul Bowles decía que la diferencia entre un viajero y un turista era que el viajero deseaba quedarse a vivir en el país que visitaba, mientras que el turista sólo pensaba en volver cuanto antes a casa y contárselo a sus amigos. Y en este sentido, ¿ha viajado el autor de las pintadas a algún sitio? Y si ha sido así, ¿qué creía ser cuando visitaba Londres o París: un viajero o un turista? ¿Y a qué otros lugares ha viajado? ¿Roma, Venecia, Praga? ¿O el Chad, Bhután, Papúa? Lo repito: una entrevista a fondo con este personaje, de momento anónimo, nos permitiría conocer mucho mejor la extraña época en que vivimos.

Por supuesto que el turismo tiene mala fama. Hace ya bastantes años, Norman Lewis escribió un libro maravilloso sobre un pueblo ficticio de la Costa Brava él lo llamaba Farol, cuando aún no habían llegado los turistas y el modo de vida tradicional de los lugareños seguía intacto (o dicho en términos del autor de las pintadas: cuando nadie había destruido aún el pueblo de Farol). Para escribir el libro, Voces del viejo mar, Norman Lewis se inspiró en Tossa de Mar, donde pasó tres veranos consecutivos entre 1950 y 1953, hasta que los primeros turistas empezaron a alterar la forma de vida tradicional del pueblo. Voces del viejo mar es un libro extraordinario, sin duda, pero uno se pregunta cuántos días, o siquiera horas, seríamos capaces de resistir si tuviéramos que vivir en la sociedad arcaica que Lewis llegó a conocer, con escenas que parecían sacadas de los tiempos medievales y con costumbres y tabúes que hoy nos parecerían inadmisibles. Y además, Norman Lewis cargó las tintas cuando retrataba esa sociedad que vivía de espaldas a la modernidad. De hecho, en Tossa de Mar había un museo municipal abierto por la Generalitat republicana en 1935 en el que se habían exhibido cuadros de Chagall. Y allí se había rodado una película maravillosa, Pandora y el holandés errante, con Ava Gardner y James Mason de protagonistas, ni más ni menos. Es decir, que no era un lugar tan primitivo ni aislado como decía Lewis en su libro. Pero estaba claro que Lewis quería ensalzar como fuese los tiempos anteriores a la llegada del turismo porque odiaba la "insipidez" de la vida moderna en un país industrializado y buscaba un mundo de "antiguas virtudes y antiguos defectos" que ya no existía en su Inglaterra natal. En realidad, Lewis había ganado una pequeña fortuna vendiendo cámaras fotográficas en Londres y había participado en carreras de coches con un Bugatti. Cuando se cansaba de los curanderos y las peleas locales y de la estupidez del cura y del hidalgo de Farol (o Tossa), volvía a Londres o se iba a cualquier otro sitio que le atrajese. Nunca estuvo obligado a soportar las mismas obligaciones y las mismas costumbres que los habitantes de Farol tenían que tragar, quisieran o no, les gustasen o no. Y es muy comprensible que Lewis odiara el turismo, pero quizá los pescadores de Farol tuvieran una idea muy diferente de la suya.

La visión romántica de Norman Lewis sigue teniendo mucha aceptación entre nosotros el autor de las pintadas, sin ir más lejos, sería su mejor exponente actual, pero es una visión engañosa. ¿Era mejor la Mallorca virginal de 1920 que la saturada Mallorca actual? ¿Se vivía mejor entonces que ahora, por muy limpias que estuvieran las playas? Si lo pensamos bien, los bikinis de las turistas fueron mucho más nocivos para el franquismo que todas las huelgas generales. Y el turismo ha conseguido que países como Marruecos o Túnez tengan una relativa libertad de costumbres. Comprendo que uno sienta agobio ante el turismo masivo de la época de la globalización, con sus cruceros gigantescos y sus hordas de turistas low cost que apenas dejan beneficios, pero criticar sin más la llegada de turistas no tiene ningún sentido.

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