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Llorenç Riera

La asfixia del perímetro edificado

Balears recibe algunas plagas exteriores, pero también expande las propias hacia fuera sin que ello signifique que aminoren sus efectos autóctonos. Más bien todo lo contrario. Hablamos de la balearización.

Los datos aportados por el Observatorio de la Sostenibilidad resultan reveladores. Es un órgano formado por geógrafos, geólogos, economistas, sociólogos, ingenieros y arquitectos. Su último análisis indica que la costa mediterránea, en su conjunto, camina hacia lo insostenible y que la balear es una especie de avanzadilla de todo ello.

En 20 años se ha edificado tanto en estas islas como en todo el tiempo anterior, el 49% desde 1987 en los dos kilómetros más próximos al mar. En agosto de 1997 Mallorca soportaba una población de 1,02 millones, el mismo mes del año pasado albergó a 1,42 millones de almas. Si, es el turismo, pero con el efecto indiscutible de que el exclusivo motor del crecimiento económico constituye por sí mismo la principal razón de la degradación del medio natural y eso, a este ritmo, va entrando en franca contradicción. Es un efecto irreversible que los especialistas no auguran lejado. Exprimida la bahía de Palma y el Ponent, ahora la presión se traslada decidida hacia el Llevant. Dicen que Calas de Mallorca y Son Serra de Marina son hoy las zonas más amenazadas. Los proyectos de urbanización no paran. Tampoco los de nuevos centros comerciales al lado del mar.

Se entiende muy bien a base de comparaciones. Cada año se construye en la primera línea de la costa de Mallorca el equivalente a 217 campos de fútbol reglamentarios. Igual que 68 complejos idénticos al Festival Park. Los habitantes de la costa han crecido el 57% en el último cuarto de siglo. De seguir a este ritmo, los 500 metros más próximos al mar pueden estar urbanizados en 507 años, hoy ya lo están 260 kilómetros de los 1.428 con que cuenta el litoral balear. Es como si la carretera que va de Palma a Formentor fuera una calle edificada a ambos lados. El mismo Observatorio de la Sostenibilidad concluye que se ha emprendido un camino que, de no torcerse, será nefasto porque a la presión humana sobre la costa se suma la secuela del cambio climático. Una cosa y otra, al coincidir, puede tener efectos devastadores en algunos puntos. Se advierte que no bastan las operaciones de maquillaje que se realizan de forma puntual.

La transformación del paisaje demográfico y natural crece de manera desbocada y persiste la impresión de que nadie vigila con suficiente eficacia por la convivencia de ambos. No tienen porqué ser incompatibles. El problema está en que la piqueta y el hormigón van imponiéndose en detrimento del árbol y la tierra natural. Lo hacen con suficiente amparo legal. Es posible que haya llegado el momento de actualizar la norma.

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