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Joaquín Rábago

'Lasciate ogni speranza'

Lasciate ogni speranza, escribió el Dante en su maravillosa Divina comedia. "Abandonad toda esperanza" de regeneración del partido que aún nos gobierna mientras a su frente siga un personaje como Mariano Rajoy. Abandonad toda esperanza mientras ése siga siendo un partido jerárquico y piramidal en el que nadie osa discutir en público y muchas veces tampoco en privado lo que decide quien está a su frente únicamente porque alguien como él le puso ahí y sólo él tiene ahora derecho a decidir cuándo tomará otro el testigo.

Abandonad toda esperanza de transparencia de sus dirigentes, de discusión abierta de los temas, de responsabilidad ante quienes los eligieron porque ellos, los diputados de ese partido, se deben a él y sólo a él. ¿Cuándo escarmentarán quienes volvieron a votarle, ya lo hicieran por tradición, por conveniencia, por miedo a lo desconocido, por falta de imaginación o porque se creyeron sus mentiras y sus medias verdades?

¿Cuándo lo harán quienes volvieron a premiar a ese partido con su voto aunque fuera, como algunos han confesado, tapándose la nariz ante el insoportable tufo de corrupción que despedía? ¿Cuándo aprenderán de una vez que en democracia un partido se debe a sus votantes y no a quienes cobran el sueldo de diputados porque alguien los metió en las listas sin que nadie entre aquellos a quienes supuestamente representan supiera de sus méritos o deméritos?

Había decidido no volver a escribir más del proceso político español y dedicarme sólo a temas internacionales, que es a lo que realmente me apasiona, pero incluso en Alemania, donde paso este largo verano, me resulta difícil no sucumbir una vez más a la tentación de hacerlo. Apenas traen aquí los medios noticias de España, lo que en teoría podría ser positivo porque significaría que nos habríamos convertido finalmente en un país normal, en una democracia tan aburrida como otras. Pero por desgracia no es así.

No somos un país normal, con las virtudes y defectos de tantas democracias. Somos un país donde todavía una mayoría relativa, es cierto de los ciudadanos que se molestan en ir a las urnas sigue tolerando, en lugar de indignarse, la corrupción de muchos de quienes han estado y siguen aún gobernándonos. Un país cuyo presidente tiene secuestrado no sólo a su partido sino a toda la nación no debería seguir aguantando más la insoportable levedad de su pensamiento y su inmensa frivolidad, disfrazada de socarronería gallega.

A uno le gustaría decirle al líder del primer partido de la oposición "Aguanta, Pedro, sé fuerte. No permitas siquiera con tu abstención que quien se dedicó durante todo un mandato a hacer mangas y capirotes de nuestra democracia, siga siquiera un año más en La Moncloa". "No toleres que te acuse de irresponsabilidad o de falta del sentido del Estado quien no tiene nada de lo que predica porque no es capaz de dejar su puesto a otro para, al menos, desatascar la situación".

Porque hay temas tanto nacionales como internacionales a los que dedicar con urgencia nuestra atención: el conflicto con Cataluña, cada vez más enconado por la testarudez de unos y la inacción de otros, la multa de Bruselas por el déficit, los tratados de libre comercio e inversiones con Canadá y Estados Unidos o el futuro de la UE tras el Brexit. ¿Quién se ocupa ahora de todo eso?

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