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Matías Vallés

Al Azar

Matías Vallés

Escupir (o más) sobre Mallorca

Un monje zen entró en un templo y, ni corto ni perezoso, escupió sobre la estatua de Buda. Se le reprochó ásperamente su comportamiento, pero el autor...

Un monje zen entró en un templo y, ni corto ni perezoso, escupió sobre la estatua de Buda. Se le reprochó ásperamente su comportamiento, pero el autor del escupitajo se limitó a replicar:

-Enseñadme un lugar donde no esté el Buda.

No solo defendía la libertad de escupir, sino que se aprovechaba de la reversibilidad de un dogma para enfrentarlo con su contradicción. Si todo es sagrado no se multiplica el terreno a proteger, sino el terreno sin protección posible. Habrán observado que nos aproximamos a Mallorca. Esta isla también se halla en todas partes, por lo que en ningún lugar puedes escupirle, sinónimo de ofenderla. Por desgracia, numerosos visitantes aprovechan esta licencia para denigrarla in situ.

Regreso de mi paseo nocturno y contemplo obligatoriamente cómo una turista extranjera orina sin prevención alguna en los parterres junto al Paseo Marítimo. Se plantea una situación incómoda para el viandante, que no domina un protocolo adecuado para el saludo, y que se encuentra cohibido por el desparpajo de la mujer orinante. La componente exhibicionista se despeja de inmediato. Se debe a que el novio de la visitante graba primorosamente la acción fisiológica de su compañera mediante el iPhone, en qué simas se despeñaría nuestra sensibilidad artística sin dichos artefactos.

Finalizada la concienzuda operación, y de regreso en su civilizadísimo país, la pareja mostrará las imágenes a los padres de ambos como antaño hubieran hecho con una puesta de sol. La escena líquida amenizará las cenas entre amigos, donde se concluirá fácilmente que Mallorca es el lugar ideal para la grabación de momentos íntimos en espacios públicos. De hecho, la satisfacción cómplice durante la grabación despejaba cualquier hipótesis de una improvisación. Era una performance, habían venido a esto, ni siquiera pensaban disimular con una ojeada rutinaria a la Palma monumental. Repaso esta escena cada vez que un gobernante dice que no sobra ningún turista, aunque reconozco humildemente que no me sobra ningún lector, al margen de sus hábitos fisiológicos.

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