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Ramón Aguiló

Escrito sin red

Ramón Aguiló

Rivera rompe el bloqueo

Rivera rompe el bloqueo institucional el pasado martes al prestarse a negociar la investidura de Rajoy si el Partido Popular acepta las seis condiciones previas sine qua non aprobadas por la ejecutiva de Ciudadanos: nueva ley electoral con listas desbloqueadas y con el principio de un hombre, un voto; eliminación de aforamientos; limitación de mandatos; imputados fuera de listas y cargos; acabar con los indultos a la corrupción política; formación de una comisión parlamentaria sobre el caso Bárcenas. Las condiciones estipuladas vendrían precedidas por un compromiso inmediato: la fijación de la fecha del debate de investidura.

En la reunión celebrada el miércoles con Rivera, Rajoy se comprometió a presentar a la ejecutiva de su partido estas condiciones para su consideración. En el caso de que fueran aceptadas, es previsible la inmediata puesta en marcha de la negociación política a través de equipos de los dos partidos que permita la investidura de Rajoy como presidente del gobierno. Sería en esta negociación donde se tratarían las cuestiones de tipo político, económico y social, que se comprometería desarrollar el candidato a presidente en su acción de gobierno.

Si, como se aventura por parte de la generalidad de analistas políticos, el Partido Popular acepta las condiciones y manifiesta su disposición a fijar inmediatamente la fecha de la investidura, estaríamos en disposición de salir del bucle que parecía que nos estaba condenando a terceras elecciones, a un permanente día de la marmota, donde a las terceras seguirían las cuartas, y así sucesivamente, por la intransigencia de Rajoy y del PSOE a mover ficha. Es un hecho confirmado que las segundas elecciones no han cambiado de forma significativa los apoyos que obtiene cada partido. La encuesta del CIS del mes de julio abunda en este sentido y por lo tanto no habría ninguna garantía de que unas terceras elecciones rompieran el bloqueo. Lo que sí provocarían es indignación generalizada entre los ciudadanos y una España en el limbo del desconcierto en un panorama internacional sumamente delicado. Rajoy ya había avisado: no se presentaría a la investidura sin apoyos, burlando la Constitución; y la celebración de la misma sin dar salida a un gobierno abocaría a nuevas elecciones. Esta última posibilidad no puede descartarse si el PSOE no se abstiene en la segunda votación de investidura o no se produce una vergonzosa ausencia de diputados socialistas que permita que Rajoy obtenga más votos positivos que negativos.

La solución al bloqueo supone un gobierno en minoría del Partido Popular pues C's ha negado cualquier posibilidad de participar en un gobierno de coalición presidido por Rajoy. Lo que se traducirá en una cierta inestabilidad puesto que cada ley o medida de gobierno que requiera de respaldo parlamentarios deberá ser negociada por el Partido Popular con los distintos grupos parlamentarios.

Las condiciones presentadas suponen, por una parte, un avance en la regeneración de la democracia española, por otra, se dibuja una ley electoral que, al posibilitar que el peso del voto emitido en una provincia poco poblada como Soria sea igual al emitido en una poblada, como Barcelona o Madrid, elimina el premio de sobrerepresentación del que han disfrutado tanto el PP como el PSOE, es decir, debilita el bipartidismo. No estoy seguro que esto sea positivo a largo plazo para el país, a pesar de que favorezca a fuerzas como C's, Podemos, IU o el Partido Animalista. Sigo pensando que los males de la democracia española no son fruto del bipartidismo, sino de la partitocracia. Un sistema proporcional posibilita que quien decide el gobierno sea precisamente el partido que menos votos tiene. Creo que lo importante es la democratización de los partidos políticos. Con la nueva propuesta electoral se mejoraría respecto a la situación actual. Se habla de desbloqueo y de listas abiertas, pero continuarían siendo listas cerradas. El ciudadano podría cambiar el orden de las propuestas partidarias, pero no introducir nuevos nombres o eliminar los presentados. Se mejoraría el empoderamiento de los ciudadanos pero seguirían teniendo los aparatos partidarios la sartén por el mango. Nada que ver con la responsabilidad individual de los elegidos ante sus electores de las sociedades anglosajonas. Mejoramos, pero seguiremos siendo una democracia tutelada por los partidos.

Es previsible que un acuerdo como el que puede estar conformándose sea denostado por el resto de fuerzas políticas. Será sin duda así en el caso de los partidos nacionalistas, pues cabe prever una actuación institucional que afronte los retos planteados por el independentismo. La posición de C's va a confluir con la del PP en la defensa de la igualdad de todos los ciudadanos, con lo que se va a incrementar la tensión con los nacionalismos. Quien va a lanzarse con todos sus medios para descalificar la posibilidad de acuerdo va a ser Podemos. Al votar con el PP en contra de la investidura de Sánchez Podemos se condenó a la irrelevancia. Ahora ya no puede decidir nada por sí mismo y es previsible que la ventana de oportunidad de la que gozó después de las elecciones del 20D se haya cerrado definitivamente. Por mucho que intenten atacar a C's no podrán obviar que es este partido, con su moderada representación, el que está impulsando, hace unos meses y ahora, una salida al bloqueo del sistema político con medidas de regeneración que ellos, con el doble de representación, han sido incapaces de promover. La dirección del PSOE se ha sumergido en un discurso que recuerda más a Largo Caballero que a Palme, Brandt o González, de etiqueta ideológica frente a intereses generales, de defensa de los intereses partidarios por encima de los intereses comunes. Y tendrá muy complicado posicionarse radicalmente contra el acuerdo cuando, para quitarse de en medio, lo ha solicitado enfáticamente. Sobre todo si, como parece, muchas de las medidas que van a implementarse formaban parte del programa acordado con C's hace pocos meses.

Felipe González, al contrario de los que piensan muchos, no ha tenido con la edad una deriva hacia el social-liberalismo. Entre el Suresnes de 1974 y 1979, en el congreso extraordinario del abandono del marxismo (que España siempre le deberá), ya había culminado el tránsito. Lo único que ha cambiado es que se ha liberado de la coerción de ser el secretario general del PSOE. No aprecio nada sus derivas profesionales ni sus amistades personales, pero en lo que se refiere a sus posiciones políticas, debilitadas por aquéllas, sigue siendo uno de los hombres más sensatos del país. Ha dicho que el de Rivera es el primer acto de responsabilidad política que ha habido desde las elecciones.

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