Diario de Mallorca

Diario de Mallorca

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Joaquín Rábago

Dada África

Hace un siglo, en medio de los fragores y carnicerías de la Primera Guerra Mundial, un grupo de artistas decidieron cuestionar de forma radical los valores, normas y convenciones de la cultura burguesa. A sus ojos, esos valores de los que tanto se enorgullecían los europeos, habían perdido con la guerra toda credibilidad, lo que exigía una total reorientación tanto de la sociedad como de las artes.

Los dadaístas la encontraron en las formas de expresión de otras culturas consideradas entonces como primitivas, las de los países colonizados por los propios europeos. "Trabajo como los de Oceanía, que nunca se preocupan de cuánto va a durar el material cuando hacen una máscara", dijo, por ejemplo, Hans Arp. "Buscábamos un arte elemental para curar a la gente de la locura de nuestra era", dejó también escrito. Y el poeta Tristan Tzara: "África, este nuevo mundo que ahora despierta va a ser el mundo del futuro".

No fueron, sin embargo, los dadaístas los primeros en reivindicar aquello: expresionistas y cubistas se habían interesado también por los elementos formales de las culturas extraeuropeas, a cuyo conocimiento tanto contribuyó el libro de Carl Einstein sobre la escultura africana. Pero si los dadaístas se inspiraron directamente en las máscaras y otros artefactos culturales y rituales de otros pueblos, su inspiración no se limitó al terreno plástico.

Los poemas creados y recitados en sus veladas artísticas por los dadaístas tenían mucho que ver con los textos y ritmos de las culturas africanas o de los aborígenes australianos. Con lo que hoy llamaríamos performances, que combinaban texto, música y danza, expandieron también los dadaístas el concepto de arte y crearon nuevas formas de expresión artística, que tendrían continuidad a lo largo de todo el siglo XX.

Pero Dada no era sólo un estilo artístico, un ismo como los demás, sino toda una actitud, que variaba según los lugares: así, en el famoso Cabaret Voltaire, de Zúrich, donde surgió el movimiento en 1916, las performances tenían algo de embriagador, de hipnótico. Las soirées nègres (veladas negras) combinaban la poesía, la danza, las máscaras y la música: acompañados por los gritos supuestamente africanos de umba umba, los dadaístas se dedicaban a pisotear tanto la música como la literatura de la decadente Europa.

Los poéticos ataques verbales lanzados en las veladas dadaístas iban siempre acompañados de golpes de tambor como en los ritmos africanos, pero las principales formas de expresión preferidas en cambio por los dadaístas berlineses, más políticos que los de Zúrich, eran el collage y el ensamblaje. Tanto en sus textos como en sus imágenes, los berlineses denunciaron tanto la hipocresía moral de la burguesía como el nacionalismo y el militarismo que, lejos de acabar con el fin de la Primera Guerra Mundial, persistieron en años posteriores con nuevas y desastrosas consecuencias.

Para celebrar el centenario del nacimiento de Dada dedica estos días una exposición la Berlinische Gallerie, de la capital alemana, que reúne junto a fascinantes objetos del arte africano que inspiró a los dadaísta, collages, fotografías y otras obras de los creadores europeos que participaron en aquel movimiento. Entre ellos baste citar a los más conocidos como Hans Arp, Sophie Tauber-Arp, Georg Grosz, Raoul Hausmann, John Heartfield, Marcel Janco, Hanna Höch. Si pasan este verano en sus vacaciones por Berlín, no se la pierdan.

Compartir el artículo

stats