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Pilar Garcés

El desliz

Pilar Garcés

Cambio wifi por contenedor

Vamos para bingo. Con gran alharaca el Ayuntamiento nos ha comunicado que Palma aspira a ser la ciudad europea con una mayor cobertura de wifi gratuito del que se benefician mayormente los turistas. Por lo que se ve, la conexión a internet es un derecho humano hipster que hay que proteger, por encima de otros como el de vivir sin ruidos atronadores, tener aceras seguras y autobuses que no entren en combustión espontánea, o respirar un aire limpio. Me da mucho gusto pensar que la música chunda chunda procedente de la fiesta de uno de esos alquileres por web que nos fastidió el sueño al barrio entero la otra noche pudieron descargársela los italianos de marras desde nuestro propio wifi municipal. Ilegalmente, claro, no van a pagar ellos por lo que no vale nada. De momento sumamos 500.000 conexiones al día de 70.000 personas con cargo a las arcas del consistorio palmesano, pero queremos más. Ninguna de esas conexiones es mía, pues yo, como soy gilipollas, me pago mi internet y ni siquiera lo considero una prioridad dentro del presupuesto doméstico. Se ve que estoy mal asesorada. El retorno de esta inversión reside en la promoción que esos visitantes harán entrando en sus redes sociales para colgar fotos del veraneo en Mallorca. "Cada turista es un prescriptor", dijo el alcalde José Hila, tan ufano por poder presumir de algo que ni se ve, ni se oye, ni da problemas como la policía corrupta o el urbanismo ilegal. ¿Prescriptor?¿En serio? ¿También ese tipo que entra en la Catedral con la toalla al hombro? ¿Y el que se fotografía el paquete con el Arenal y sus cubos de sangría al fondo? ¿Y el que inmortaliza las playas-cenicero? Puede ser que el futuro de la promoción turística pase por ahí, aunque yo creo que lo mejor que se puede hacer por la imagen de la capital balear es simplemente limpiar sus calles.

Si el wifi municipal funcionase como la seda, yo misma enviaría a las redes una imagen del birrioso contenedor de residuos orgánicos de mi calle, una auténtica amenaza para la seguridad pública. Tiene más abolladuras que la furgoneta del Equipo A, y hace años que perdió el asa y el pedal necesarios para abrirlo y depositar las bolsas. Churretoso y maloliente, suelo llevarme una bolsa para tocarlo sin peligro de cortarme con sus bordes afilados y luego la tiro al de los plásticos, que una vez fue amarillo y hoy es negroide. A su lado, uno pequeño para el vidrio siempre está atestado porque hay numerosos bares en los alrededores y se encuentra rodeado de cristales rotos para cazarte si se te ocurre tirar la basura en chanclas. No dan ganas de acercarte a semejante zona cero, pero se encuentra a tres metros del mar, en el lugar más bello del mundo, junto a una escultura y a tres terrazas privilegiadas. Estropeando cualquier foto que el visitante menos exigente quiera lanzar a Instagram desde nuestra gran zona wifi.

A los mejor los turistas se refieren a semejante conjunto pestilente y a tantos otros iguales o peores diseminados por la urbe cuando califican a Palma como una ciudad eminentemente sucia, y destacan la falta de higiene como su peor característica, y luego el ruido, pasando por alto lo bien conectada a internet que está. En las encuestas no sale nuestra red wifi libre, qué ingratitud 3.0. No saben lo que cuesta. Les permitimos que vayan a la caza de Pokémon gratis et amore, y se quejan porque al patear la ciudad con la cabeza en la pantalla han pisado una mierda de perro.

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