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Llorenç Riera

El peligro de muerte permanece en casa

Qué Sandra Saura Menéndez ha corrido la peor suerte posible. Falleció ayer en el hospital Vall d'Hebron de Barcelona como consecuencia de las quemaduras causadas después de que su pareja la rociara con gasolina y le prendiera fuego el pasado 29 de junio en Alcúdia. Cruel a más no poder. "Me cambió por otro. Solo quise darle un susto y se me fue de las manos", declaró ante la jueza el autor confeso del atentado. Despecho. Celos enfermizos, en muchos casos combinados con drogas, que nada justifican y lo distorsionan todo con consecuencias fatales.

En enero un residente británico estranguló a su mujer en Costa de la Calma, en marzo un joven de 22 años asfixió a su novia en Son Servera. Port de Pollença registró el pasado mes de mayo el asesinato a cuchilladas de una mujer por parte de su exmarido y ahora fallece la quemada en junio en Alcúdia. En solo medio año Balears, Mallorca para ser exactos, iguala el peor dato anual de muerte por violencia de género, desde que se tienen estadísticas oficiales. En 2003 y 2005 fueron asesinadas cuatro mujeres, las mismas que en lo que va transcurrido de 2016.

¿Qué está pasando? Pregunta imprescindible y clave, impuesta por la dramática realidad, para una respuesta difícil y cuando menos compleja. Nadie da con la puesta en práctica de reacciones solvente para prevenir y evitar un tipo de muertes que el sentido común presume como evitables, pero que en realidad no lo son. Es como si no hubiera forma humana de prevenir lo que el humanismo elemental debería impedir desde su mismo planteamiento. A la vista de los resultados, deberemos tomarnos en serio el planteamiento de los especialistas cuando afirman que la violencia machista es un problema de Estado y que como tal necesita ser afrontado. Sí, un problema de Estado pero también un desplome de la educación y formación elemental y de los valores básicos que empiezan por no cuestionar ni infravalorar la vida de nadie. Y que igualmente impide el planteamiento de que alguien pueda ser dueño y disponer de la trayectoria vital de los demás.

Es posible que la falta de integración y arraigo, la pérdida de referentes, tenga algo que ver con el preocupante repunte de la violencia machista pero, de ser así, tales elementos no pueden ser usados como pretexto o consuelo, sino como instrumento para abordar el problema desde una de sus raíces más hondas.

Por desgracia, la realidad demuestra que campañas de prevención institucional y manifestaciones cívicas de solidaridad y protesta están sirviendo de muy poco. Son consuelo y proximidad para los allegados de las víctimas, pero no producen un efecto disuasorio. Es más, hay motivos para pensar que, por una inexplicable carambola del comportamiento humano, en muchos casos se convierten en incentivo para asesinos potenciales. Ahora se volverán a repetir desde hoy mismo ante la muerte de Xue Sandra Saura, pero tras ellos deberemos plantearnos con seriedad qué más se debe hacer para acabar con la violencia de género.

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