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Joaquín Rábago

Los turco-alemanes de Erdogan

Oír corear a la multitud "pena de muerte" para los frustrados golpistas turcos y quienes supuestamente los apoyaron como pudo escucharse en la reciente manifestación celebrada de Colonia a favor del gobierno de Ankara da un poco de grima. Muchos de los que gritaron esas palabras eran turcos nacidos y criados en Alemania, que hablan el idioma de Goethe seguramente mejor que el turco, que no cambiarían tal vez ese país por el de sus padres o abuelos y sin embargo?

Si esos turcos se identifican más con Erdogan y el país del que proceden sus antepasados, huidos de la pobreza y atraídos por las posibilidades de trabajo en Alemania, es que algo no funciona en la relación entre las dos comunidades. Como reconocía recientemente un comentarista del diario conservador Frankfurter Allgemeine, pese a haber nacido en Alemania, muchos de ellos siguen sintiéndose ciudadanos de segunda y Erdogan les devuelve algo así como "un sentimiento de autoestima".

Erdogan es alguien de orígenes modestos como la mayoría de ellos, pero que superando todo tipo de obstáculos, ha llegado a la cúspide del poder, algo que los germano-turcos consideran que les está vetado en el país de acogida de sus padres o abuelos. La decisión de las autoridades germanas de prohibir una conexión en directo durante la manifestación de Colonia con Ankara para que el presidente Erdogan se dirigiera a quienes sigue considerando sus compatriotas aunque tengan otro pasaporte encorajinó a la muchedumbre reunida en Colonia.

Esa decisión, avalada, sin embargo, por el Tribunal Constitucional germano, la consideró por su parte el Gobierno de Ankara, al que no parece importarle demasiado la división de poderes, una intolerable ofensa al pueblo turco. Hay que decir que frente a la gravedad de lo que sucede en el país euroasiático tras la fallida intentona golpista, las autoridades alemanas han actuado más bien con prudencia, temerosas tal vez de no enturbiar aún más unas relaciones muy tensas desde que el Parlamento germano reconoció el genocidio armenio bajo el imperio otomano.

¿Qué decir, por ejemplo, de que, en represalia por tal reconocimiento, un aliado de la OTAN como es Turquía prohibiese a una delegación del Parlamento alemán visitar a las tropas germanas destacadas en la base militar de Incirlik? Muchos se preguntan en Alemania si puede tolerarse tal comportamiento por parte de un socio y otros van más allá al preguntarse si las medidas adoptadas por el Gobierno de Ankara con el pretexto de la fracasada intentona contra fiscales, jueces y docentes son compatibles con la continuidad de Turquía en la OTAN, una alianza que se supone de naciones al menos formalmente democráticas.

Como hay que preguntarse también qué va a pasar ahora con el polémico acuerdo alcanzado por la UE con Turquía en materia de refugiados si el Gobierno de Erdogan continúa su acción represora porque ¿cómo va a considerarse un país "seguro" uno que vulnera los derechos humanos como sucede ahora allí? Por importante que sea el país para los militares de la OTAN o los Gobiernos de la UE, ¿está justificado cualquier chantaje?

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