Mallorca vive estos días una situación especialmente delicada ocasionada por una crisis seria ante la escasez de recursos esenciales a la que se ve abocada este verano. Las alarmas comienzan a dispararse porque desde la Administración se transmite la impresión de que no se sabe muy bien qué hacer y por otro lado, no ha habido la más mínima prevención ante unas carencias y dificultades, ya reales, que no eran difíciles de pronosticar. Hubiera bastado con tener en cuenta las reservas turísticas y los tópicos de un clima mediterráneo anárquico como él solo.

Unos días antes de la semana que hoy comienza, en que la isla soportará la presión que supone la cota inédita del millón y medio de habitantes, entre residentes y turistas, se declara la primera situación de alerta por sequía en diez municipios del interior. Eso, cuando toda Mallorca ya estaba en prealerta y se hacen verdaderos esfuerzos para mantener el suministro de agua estable en Palma y las zonas turísticas más importantes. S´Estremera y otros acuíferos permanecen en reserva para dificultades mayores y la desaladora está activa con el máximo potencial de que es capaz.

Pero, aún con todo ello, los recursos disponibles han quedado reducidos al 44% de su capacidad durante el mes de julio con el agravante de que los acuíferos que logran mantener su nivel lo hacen gracias a su proximidad con el mar y al precio de perder calidad por filtración y por tanto, salinización. Algunos pueblos del Pla y de la sierra de Tramuntana ya padecen cortes y restricciones de suministro. El Govern se decide a transmitir mensajes llamando a la sensatez y al uso racional del agua y, entre otras cosas, recomienda a los ayuntamientos que prescindan del riego de calles. Poco más. No se dice, en cambio, que en los últimos años no se ha hecho prácticamente nada en cuanto al mantenimiento de las redes de agua potable y que en muchos lugares las pérdidas son cuantiosas.

La directora general de Recursos Hídricos, Joana Garau, ha llegado a reconocer que "no sabemos cuál es la gravedad de la situación". También ha admitido que se desconoce cuándo se puede alcanzar la situación de emergencia. No hay planes de actuación frente a ello. En otros palabras, en un año de sequía persistente y con una presión demográfica desconocida hasta ahora, se desconoce el verdadero alcance de las reservas de agua disponibles en Mallorca. Que los responsables públicos sobre la materia repitan en rueda de prensa la obviedad de que "si no llueve, la situación empeorará", delata la falta de control y prevención existente.

Todo ello nos lleva a otra obviedad que ya no admite más prórroga, la de que esta isla debe empezar a tomarse en serio la evaluación y control de sus recursos naturales esenciales y, vinculado a ello, el techo poblacional, tanto residente como volátil, que es capaz de soportar. No se puede recuperar la lastimosa escena de los buques transportando agua del Ebro para ser inyectada a los acuíferos de Mallorca.

Seguir dando la espalda a la realidad o intervenir de forma precipitada frente a ella, no conduce a ninguna parte. Solo es un modo de instalar sobre el riesgo las condiciones de vida de los habitantes de Mallorca y de sus visitantes. En consecuencia, también es un alto factor de riesgo para la economía de las islas porque, una isla con poca agua y mala, con el aeropuerto prácticamente colapsado y las infraestructuras esenciales sobreexplotadas, pierde fuelle como motor y atractivo turístico. Pero, con ser muy importante todo ello, conviene saber que una sociedad moderna y sus dirigentes dan muestra de madurez en la medida en que son capaces de respetar y administrar bien sus recursos naturales. Sin duda alguna, el agua, vital, es uno de los prioritarios.