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Llorenç Riera

La prostitución gana en degradación

Por desgracia, no constituye nada nuevo el comprobar que, con la llegada del verano y el turismo, un considerable número de mujeres, preferentemente extranjeras, se desplazan a Mallorca para practicar la prostitución. El sexo a cambio de dinero es un conocido parásito del monocultivo turístico que no ha sido atajado con voluntad ni medios suficientes. Prestarle asistencia humana y profesional es un recurso que prácticamente queda en manos de organizaciones altruistas.

En los últimos años ha habido problemas con la práctica de la prostitución callejera en algunas zonas, especialmente en la playa de Palma. Ha llegado a ser una cuestión de incivismo y hasta de orden público en algunos momentos. No son solo las mujeres ávidas de clientes, son también los usuarios descontrolados por la borrachera o la demanda de unos servicios sexuales que, por sus condiciones y marco en el que se practican, son cuando menos discutibles, con tintes de vejación, explotación y hasta si se apura, esclavitud. Sin embargo, en contra de lo que pudiera parecer, no se había alcanzado todavía el límite de la degradación humana y de falta de escrúpulos, lindantes con la trasgresión legal, en este ámbito. Faltaban los menores.

Médicos del Mundo, una de las organizaciones más implicada en la asistencia a las prostitutas, y por tanto con mayor conocimiento de la situación, ha constatado este año un significativo incremento de menores de edad entre quienes venden su cuerpo por dinero. No es solo la oferta, existe una demanda específica de ello. En contra de lo que pueda aparentar, no son únicamente jóvenes extranjeras. Se detecta, como siempre, una alta presencia de nigerianas pero, en segundo lugar figura un colectivo español formado en buena parte por chicas que han abandonado los centros tutelados y que no tienen de qué vivir ni techo que las cubra.

Se calcula que en estos meses de verano hay en la isla más de mil mujeres entregadas a la prostitución. El único elemento positivo que se puede aportar va vinculado a una mejor asistencia sanitaria pese a que las atenciones puntuales se han reducido en un 11% debido a la falta de subvenciones públicas. Pero hoy todas las mujeres tienen posibilidad de recuperar la tarjeta sanitaria. Se estima que el 55% de ellas la vuelven a tener.

Todo sigue moviéndose entre la degradación, la subsistencia y la cruel explotación. La mayoría de prostitutas dependen de proxenetas y de redes de trata de blancas a quienes deben entregar parte de unos ingresos que apenas son de subsistencia y que, además, constituyen el soporte del núcleo familiar. Las ganancias se reducen también por la competencia y la crisis. Todo ello ocurre aún cuando también se confirma el incremento de prácticas de riesgo por exigencias de los clientes y comportamientos propios de la mera agresión sexual.

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