El debate entre multiculturalismo y supremacismo cultural, que suelen asociarse, respectivamente, a izquierda y derecha, se agria ante acciones como las del Estado Islámico, pero debería ser reconducido por unos y por otros, para evitar que fracture aún más la sociedad. Nada que se parezca, ni remotamente, a una conversión religiosa o cultural puede ser impuesto a las minorías, y en los peores momentos es cuando debe afirmarse el derecho de éstas a sus creencias, prácticas y costumbres. Ahora bien, ese respeto debe ser correspondido por dichas minorías con una actitud de tolerancia y respeto recíproca, cuyo contrario es el fanatismo. La siembra de cualquier fundamentalismo, que es el origen del fanatismo, y éste, caldo de cultivo del terrorismo, debería ser perseguida sin complejos, en nombre de la democracia. Cuanto antes se dé con el punto en esta cuestión mejor será para todos.