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Ramón Aguiló

Escrito sin red

Ramón Aguiló

Contra Rajoy

Es difícil tener una opinión benevolente de Rajoy. Uno puede dirigir la mirada hacia sus políticas, a sus promesas electorales,?También a los colaboradores que ha escogido en el partido y en el gobierno. Y al resultado obtenido. Un crítico poco comprometido quizá diría que, como en toda gestión, hay luces y sombras. Otros, dispuestos a afrontar los riesgos de aparecer incómodos o ser calificados como hostiles a la derecha española y ser incluidos en una lista negra, se atreverían a decir que, sin menoscabo de algunos aciertos, generados más por deméritos de sus adversarios que por merecimientos propios, las sombras predominan en la gestión de este artista de la procrastinación. Una cosa es que uno sea un artista y otra es que uno lo sea de un ejercicio deleznable de la acción política.

"Por donde pasa no ensucia, por donde pasa no limpia" decía su compañero de partido Gabriel Cisneros. Pues yo diría que esta condición de gas noble, que no de hombre noble, no es la de nuestro personaje. Una pequeña lista de nombres avalaría esta opinión: Ana Mato, Rodrigo Rato, Luís Bárcenas, Carlos Fabra, Francisco Camps, Alfonso Rus (declaraciones de amor incluidas), Jaume Matas, Luis Sepúlveda, Rita Barberá, J.L. Rodríguez, Gómez de la Serna, el excelentísimo embajador Gustavo de Arístegui (ex portavoz del PP de asuntos exteriores), etc. Estos últimos días (salimos a escándalo semanal) hemos tenido que sufrir la indecencia de la permanencia en su puesto de ministro de Interior en funciones de un estrafalario personaje, Fernández Díaz, que, además de condecorar a la virgen, se dedicaba a espiar a sus adversarios políticos; y a recibir la noticia de que un juez sienta en el banquillo al PP por el vaciado y destrucción de los ordenadores de Bárcenas. El partido alfa de la política española es una organización corroída por la corrupción.

Un observador poco dado a la calistenia de la atención y reacio al examen frío de los resultados electorales, puede caer en la tentación de pensar que tras unas segundas elecciones y estando el mundo como está, Rajoy no es tan malo y que con su elección como presidente se soluciona el bloqueo institucional. El que ha ganado las elecciones que gobierne. Además, frente a Sánchez, que es un ambicioso inconsistente, Rajoy es un buen parlamentario. Es verdad que a veces, cuando no le han preparado los papeles y ha de improvisar, balbucea tautologías estúpidas, como esas tan famosas de "Los españoles son muy españoles y mucho españoles", "Tenemos una gran nación y, sobre todo, tenemos españoles". Si, además, nuestro observador se ha deleitado este verano con el delicioso libro de Simon Leys, Breviario de saberes inútiles, habrá comprobado que estadistas de talla incomparablemente superior a Rajoy dijeron tonterías similares. Como De Gaulle: "China es un gran país, habitado por muchos chinos". Como Nixon, en su comentario sobre la Gran Muralla: "Ésta es una gran muralla". Todo ello serviría para probar que en Rajoy hay algo, incluso algo gracioso, que lo humaniza y lo hace más cercano, como se vio en su secuencia gastronómica-televisiva con Bertín Osborne. Yo no comparto esta visión. Me parece un personaje mentiroso y taimado que no duda en atacar personalmente a los adversarios que le disputan el espacio electoral cuando está falto de argumentos, demostrando que sí, es correoso, inclemente y poco dado a la nobleza. No vaciló ni un momento, disfrazándose, hipócrita, de humilde pecador, en zaherir a Rosa Díez o a Albert Rivera, acusándoles del pecado satánico de la soberbia por haberse atrevido a señalar su responsabilidad en la corrupción. El inconsistente Sánchez ha dicho que se arrepiente de haberle llamado indecente, pero debe ser de las exiguas cosas consistentes que han salido de su boca.

Se ha querido, y en parte se ha conseguido, transmitir a la opinión pública, por el grueso de los medios de comunicación, la idea de que lo único razonable es que C's y PSOE faciliten la elección de Rajoy como presidente. Que así lo demanda la razón y la democracia. Así lo escribe Arcadi Espada: "Es improbable que Rajoy no sacara beneficio de la investidura, no sólo porque es mucho mejor parlamentario que todos sus rivales, sino porque le asiste la razón de las cosas y la opinión mayoritaria de los ciudadanos". Habrá que seguir insistiendo en que nuestro sistema es una monarquía parlamentaria, no una república presidencialista. Se votan partidos no personas. Y según la Constitución, puede formar gobierno quien consiga mayor respaldo parlamentario, no quien ha obtenido más votos. Al PP, no a Rajoy, le han votado 7.906.185 ciudadanos, el 33%. Al PSOE, 5.424.709, un 22,7%; a C's, 3.123.769, un 13,1%; entre ambos, 8.548. 478, un 35,8% de los votos.

Un manifiesto firmado, entre otros, por seis exministros del PSOE, se ha hecho público estos últimos días reclamando la elección de gobierno para evitar el despropósito de unas terceras elecciones. Dado que la opción de elegir a Sánchez apoyado en Unidos Podemos, los nacionalistas y los independentistas, se ha desechado por parte de los principales dirigentes del PSOE, excepto el propio Sánchez, Francina Armengol e Iceta, el sentido, a falta de hermeneutas jurados, es el de posibilitar un gobierno presidido por el Partido Popular, a semejanza de lo declarado por Borrell. La dirección del PSOE ha esquivado los efectos del manifiesto presentando al público una lectura pueril del mismo; están de acuerdo, gobierno ya. Como si no existiera la idea misma del sobreentendido. Como si un texto sólo pudiera ser interpretado en la literalidad de las palabras que contiene, más allá del contexto en el que ha sido redactado. Es tanta la debilidad intelectual de la dirección socialista, es tanta la fragilidad política de la misma, tanta su cobardía, atenta sólo a su supervivencia (la casta no acepta riesgos) y a la de su partido, amenazada esta última por Podemos, ajena a los intereses del país, que no duda en representar, día sí y día también, un relato estrambótico con el que nos tratan a los ciudadanos de imbéciles. Se acogen a la absurda teoría de las afinidades entre PP y C's. ¿Es que no conocen la propiedad transitiva: Si aRb y bRc entonces aRc. ¿Es que no recuerdan que hasta hace tres meses tenían un pacto de gobierno con C's?

Entretanto, Rajoy trama la jugarreta de esquivar la encomienda del rey, como la vez anterior. Se trata, para perseverar en su intento de seguir presidiendo el gobierno, de poner al país en la encrucijada de que se elija entre él y las terceras elecciones. Es absolutamente impúdico que la presión mediática se dirija exclusivamente sobre Sánchez y Rivera, ambos con el compromiso electoral de no apoyar a Rajoy. ¿Por qué, con, como mínimo la misma legitimidad, no se dirige la presión sobre el PP? ¿No es lo justo exigir mayor responsabilidad a quienes han tenido más votos? ¿Por qué no se exige a Rajoy que se vaya ya que el tapón es él? Que se vaya y que el Partido Popular designe a un candidato decente (alguno habrá) que se apreste a negociar con PSOE y C's un programa para encauzar la economía y el paro, afrontar los riesgos territoriales, reformar la Constitución y regenerar la democracia; que cuente con el voto afirmativo de C's y, como mínimo, la abstención del PSOE.

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