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José Francisco Conrado de Villalonga

Política de baja calificación

Transcurrido un mes desde las últimas elecciones, las segundas en seis meses y, el país sigue sin gobierno. Los líderes de los principales partidos continúan con su verborrea sin sentido, retorica vana y ambigüedad, se expresan de forma profusa en un lenguaje turbio e irritante. Utilizan intrincadas expresiones perifrásticas para no concretar, ni sí ni no, sino todo los contrario. No saben cómo decir o peor no tienen nada que decir a una ciudadanía cansada de campañas electorales y promesas incumplidas. Repiten "ad nauseam" las mismas ocurrencias llenas de vaguedades. Esta forma de comunicación recuerda el lenguaje del mono verde de Guinea, primate perezoso y afable, que sin embargo se organiza en grupo y mantiene con eficacia una serie de normas de convivencia que le permite llevar una vida sistematizada y razonablemente social. Su lenguaje consta de unos cuarenta fonemas, algunos más que los usan determinados políticos.

Aquí, que de momento no es Guinea, la clase política no es capaz de formar un gobierno que organice la vida pública del país. Existe un mandato del pueblo proveído de forma clara en dos consultas, diciembre y junio. La forma en que se esta gestionando el resultado electoral, durante los últimos siete meses, ha conducido al bloqueo institucional. Sin embargo el veredicto ha sido claro, se han terminado los gobiernos monocolores y se inicia una nueva etapa de ejecutivos formados desde acuerdos programáticos o en coalición. La actividad parlamentaria ahora, desde junio, se va a caracterizar por su volatilidad y complejidad y para la política en este contexto se requerirán personas preparadas, moral e intelectualmente, con capacidad de gestionar unos resultados que son inapelables. Quienes vayan a gobernar el país deberían de contar con experiencia profesional acreditada y haber tenido una conducta ejemplar, autónomos a la hora de tomar decisiones para no estar condicionados por intereses personales o por burocracias partidistas. Si los actuales políticos se sometieran a un examen para saber si cumplen estos requisitos, la mayoría de ellos, probablemente, saldrían mal parados porque como dice Woody Allen, -genio de la ironía y el escepticismo-, "el político hace de la solución un problema".

Después de los dos últimos comicios deberían ser conscientes de su responsabilidad ante la sociedad, no cabe dilación ni indiligencia, es el momento de proceder. Pero, unos por intereses partidistas, otros por personalismo y otro por holgazanería, están impidiendo la salida del impase en el que se encuentra el país. Estamos asistiendo a un debate vano, inane y carente de contenido. El libro de Proverbios del Antiguo Testamento ya recogió una máxima que deberían conocer los responsables de la situación actual, dice: "la mano perezosa, y negligente, atrae la pobreza y la mano de los diligentes enriquece", (P. 10.4). Este libro bíblico está clasificado como libro sapiencial?. España tiene suficientes dificultades económicas como para no resolver los temas pendientes, que son muchos, por un "quítame estas pajas", como le dijo don Quijote a Sancho. O sea, sea por activa, por pasiva, o por perifrástica se debe formar gobierno.

Una reciente encuesta de Metroscopia ha puesto en evidencia que los españoles, cansados de tanta inoperancia, suspenden a los cuatro líderes políticos, Rajoy, Sánchez, Rivera e Iglesias. La política, en estos momentos, ha pasado de ser una "política de altura" y de ideología a convertirse en política de baja calificación y de conveniencias personales. No sirve de nada tener a los votantes cautivos del miedo, no pueden trasmitirse emociones exclusivamente negativas se necesitan proclamas ilusionantes, positivas, cautivadoras. Lamentablemente los liderazgos están desapareciendo y ante su ausencia están apareciendo partidos "catch-all", (partidos atrápalo todo), en los que se minimiza la ideología para atraer al mayor número de votantes, todo vale para conseguir escaños. Ya no están Kennedy, Schmitt, Thatcher, De Gaulle, Konrad Adenauer, Jean Monnet, Winston Churchill, de Gasperi, Suarez o González, ellos fueron capaces de ilusionar al pueblo.

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