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Matías Vallés

Tribuna

Matías Vallés

No salgan de sus casas

A esto se refería Manuel Valls, cuando hablaba hace una semana atrás de aprender a "vivir con el terrorismo". Se une a la medicina aplicada de inmediato al atentado de Niza, y reiterada ayer en Múnich. "No salgan de sus casas". El estribillo se había tarareado recientemente en París y Bruselas. Se asemeja demasiado a un lema publicitario de la saga de terror Scream. La recomendación con ribetes de mandato es incompatible con Europa. La seguridad garantiza la libertad. El exceso de seguridad mata la libertad.

El presunto asesino que gritaba ayer "Ich bin Deutscher" en el lugar de los atentados para resaltar su pasaporte alemán, aportaba un singular contrapunto a John Kennedy, exclamando "Ich bin Berliner" para reivindicar su solidaridad frente al muro de Berlín. El segundo atentado en Baviera en una semana confirma que el terrorismo aspira a liquidar el ágora y la libertad de expresión.

El terrorismo promulga confinamiento y silencio, la negación del individuo cuyos derechos definen a Europa. La selección del centro comercial Olympia en la sede olímpica de Múnich para el atentado, multiplica la significación de los cinco años exactos transcurridos desde la matanza de Anders Breivik en Noruega.

De hecho, el terrorismo ha alcanzado la frecuencia en que cada día celebra un cumpleaños. En el goteo de muertos, el tercer mundo sufre cerca de un centenar de asesinatos diarios vinculados a atentados. Occidente se incorpora al recuento con una víctima diaria, y subiendo. Será casualidad, pero el auge coincide con el reemplazo de los frívolos dioses paganos -Elvis, Marilyn- por las religiones monoteístas que Gore Vidal siempre situó en el origen de la crisis de los imperios.

Richard A. Clarke es el jefe del contraterrorismo estadounidense a quien desoyeron Clinton y sobre todo Bush, antes y después del 11S. Tras la caída de las Torres Gemelas escribió un libro esclarecedor, Contra todos los enemigos. El experto pronosticaba un futuro con atentados indiscriminados en los estadios, centros comerciales y aglomeraciones de las grandes ciudades occidentales.

Conforme pasaba el tiempo y la amenaza de la multiplicación de atentados se diluía, los presagios de Clarke parecían exagerados. Sin embargo, el terrorismo llegó en noviembre al Stade de France parisino durante un partido entre selecciones, y ayer se cobró al menos seis víctimas en un centro comercial de Múnich. Con independencia de la etiqueta adscrita a la carnicería, "vivir con el terrorismo" significa incorporarlo a las actividades rutinarias. Las acciones que se ejecutaban sin pensar se asocian ahora a la concentración que se despliega en una jungla plagada de amenazas ignotas. Alemania cumple con el guión de ser más efectiva en el bloqueo de las noticias sobre el atentado que en su prevención o castigo. En la Europa actual, toda acción terrorista en la que participa más de una persona supone un fracaso policial.

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