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Cataluña devaluada

Algunos analistas refieren y lamentan la pérdida de peso de Cataluña en las elecciones estatales españolas. Durante un dilatado periodo de tiempo, CiU fue un referente equilibrador en el Congreso de los Diputados, no sólo porque completó mayorías escasas del PSOE y del PP, con González y con Aznar, sino también porque propuso iniciativas magníficas, infundió serenidad a la tarea parlamentaria recuérdese el papel de Pujol tras el 23F y enriqueció el discurso madrileño con los retoques periféricos que acercaron la política a la ciudadanía. Hoy, el nacionalismo se ha vuelto independentista, pero además ha perdido densidad y riqueza intelectual, y se ha reducido en tamaño frente a las opciones emergentes.

Pero no sólo el nacionalismo desarrolló un potente vector estatal. También el PSC-PSOE, que ganó durante décadas las elecciones estatales en Cataluña, se ha convertido en un espectro de lo que fue, tanto por la pérdida del discurso cuanto por la fragmentación interna y por el adelgazamiento de su antiguo calado.

Algo se ha hecho mal, muy mal, en Cataluña y en el Estado en ambos territorios a la vez, no sólo en uno de ellos para que este declive haya tenido lugar. Para que Cataluña, además de romper lazos con el tronco común, haya perdido altura ideológica, profundidad crítica, sentido de la orientación, en una España que se debate para eludir la mediocridad.

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