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Llorenç Riera

Saber valorar y administrar el agua

El pozo, demasiado profundo ya, tiene fondo y, además, contenidos muy mermados. La gran batalla del agua en Mallorca, un tanto incierta, se vuelve oscura porque se libra en las grandes profundidades de los acuíferos subterráneos y suplanta la calidad insípida del líquido esencial con excesos de nitratos, cloro y la sal que el agua marina logra burlar a la depuradora.

La lluvia es el único elemento que este año ha prescindido del archipiélago balear. Por eso el suministro de agua potable permanece en situación de prealerta, especialmente en Mallorca y Eivissa. En la temporada con mayor presión domográfica, las reservas de agua se aproximan al lodo. Y poco se puede hacer para paliar la situación. Quizás lo más efectivo sea tomar conciencia social de la problemática y actuar en consecuencia partiendo de la base de que el agua es un bien tan imprescindible como escaso. El Govern se queda con poco margen de maniobra. Actúa en seco y sin previsiones a largo plazo porque la demanda le supera y advierte de los riesgos con un comportamiento que denota, a la par, impotencia y cierta prevención frente al chaparrón de las críticas. La sequía, en cuanto a gestión pública, tiene estas lluvias ácidas.

El Ejecutivo autonómico ha blindado s'Extremera en previsión de males mayores y ha puesto a pleno rendimiento las tres plantas disponibles de la desaladora. El objetivo se desvela claro: salvar el suministro de Palma y después hacer lo posible en el resto de Mallorca. Decide el peso demográfico, por si quedara alguna duda de que la denominación de part forana mantiene intacto todo su significado. Dentro de ella todavía hay que hacer otra distinción, la de zonas turísticas y municipios del interior.

El resultado de esta fragmentación es que el Govern garantiza el suministro en Palma, que ya bebe el combinado de la desaladora y sa Marineta y tiene el depósito de s'Extremera para apuros mayores. En cambio, se previenen posibles problemas de suministro en la Tramuntana y en los municipios del Pla. El Llevant, por su parte, quedará afectado por pérdida de calidad en el agua. Ya resulta paradójico que la sierra, donde se sitúan los embalses y los mayores acuíferos, padezca escasez de agua. Es la consecuencia de ser la zona de la isla menos poblada, obligada a canalizar sus reservas hacia Palma.

Es el resultado también de los embalses al 42% de su capacidad, nada menos que el 30% en relación al verano de 2015. El conjunto de los recursos hídricos se evalúan en el 47% de capacidad, son 13 puntos menos que el estío pasado, teniendo en cuenta además que los embalses solo están en condiciones de aportar a Palma el 30% de la demanda. La situación se etiqueta como "delicada". En el mejor de los supuestos permanecerá como tal hasta que la naturaleza reaccione. La Administración y la ciudadanía no lo hace.

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