Boris Johnson ha sido nombrado ministro de Asuntos Exteriores del Reino Unido, y ello puede ser interpretado por muchas cancillerías europeas como una provocación, aunque del Brexit vaya a ocuparse David Davis, encargado sobre todo de coordinar los diversos departamentos concernidos por el grave problema que se ha creado la democracia más antigua de la tierra (y que nos ha creado a sus socios y vecinos históricos). Johnson es un descarado lenguaraz que, por ejemplo, ha criticado con desmesura poco diplomática al turco Erdogan, que ha llamado a Obama "incoherente y francamente hipócrita", que ha dicho de Hillary Clinton que tiene una "aureola de enfermera sádica", etc. También ha comparado la UE con la Alemania nazi.
El ministro alemán Schauble, preguntado por el nombramiento de Johnson, respondió: "Su pregunta me recuerda que a veces es una ventaja no entender todo lo que se dice en inglés y además está el hecho de que los alemanes hemos tenido buenas experiencias con la costumbre de archivar lo que se dice durante una campaña electoral al día siguiente del resultado". Pero el ministro francés de Exteriores, Ayrault, no ha sido tan prudente y no ha tenido empacho en afirmar que su colega británico "dijo muchas mentiras a los británicos durante la campaña" del Brexit? Seguramente la nueva premier, Theresa May, quiere facilitar el Brexit evitando cualquier ligazón sentimental entre Londres y el resto del mundo: para eso, Johnson no tiene parangón.
