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Joaquín Rábago

¿Guerra fría bis?

¿Aspiran algunos países a una reedición de la Guerra Fría, sólo que esta vez con ellos en el lado "bueno" de la historia, que es siempre, como sabemos, el de los vencedores? Eso al menos parecen indicar algunos discursos belicosos escuchados tanto en vísperas como durante la cumbre de la OTAN en Varsovia.

Por ejemplo, el del jefe de la diplomacia polaca, Witold Waszczykowski, señalando a Rusia por su anexión de Crimea como el mayor "exportador de inestabilidad" y un peligro mayor para el mundo incluso que el Estado Islámico. Y advirtiendo a los rusos de que "nadie les ha dado garantías de que vayan a poder dominar a sus vecinos para siempre" ni permiso para que se inmiscuyan en una cuestión como la de quién puede o no organizar maniobras militares en Polonia.

O las palabras del presidente de ese país anfitrión, Andrzej Duda, en el sentido de que la OTAN debía mostrar en Varsovia que "sigue siendo una alianza viva", para lo que tiene que "reforzar significativamente su capacidad disuasiva". O lo dicho por el militar danés Jakob Larsen, comandante de la unidad de la fuerza de integración de la OTAN en Lituania: "Tenemos que aprender otra vez a hacer la guerra total", palabras que a oídos de un alemán recuerdan demasiado un discurso del ministro de propaganda nazi Joseph Goebbels llamando en el palacio de los deportes de Berlín a la "guerra total".

Muchos recordamos sin duda cómo en los años de Guerra Fría se hablaba de la "brecha de Fulda", la llanura alemana por la que se temía que pudiese producirse en cualquier momento una invasión de las tropas del Pacto de Varsovia y que estaba fuertemente defendida por las tropas estadounidenses. Aquella invasión afortunadamente no llegó a ocurrir, pero del mismo modo hoy, algunos ex militares como el general retirado estadounidense Wesley Clark, que fue comandante supremo de la OTAN, o el exgeneral de la Bundeswehr alemana Egon Ramms, hablan de la "brecha báltica", que hay que colmar de soldados de la Alianza.

¿Cometería la Rusia de Putin la locura de invadir las pequeñas repúblicas bálticas, en las que existen importantes minorías rusoparlantes, en algunos casos, como el de Letonia, sin derecho al voto, como hizo con la península de Crimea, arrebatándosela a Ucrania? Sólo en la cabeza calenturienta de algunos parece entrar esa posibilidad. Y entre ellos no está por suerte el ministro alemán de Exteriores, el socialdemócrata Frank-Walter Steinmeier, que advertía recientemente contra los "ruidos de sables" a los que algunos son tan aficionados.

El asesor del Kremlin Serguéi Karaganov acusa por su parte a Occidente de no querer entender la preocupación real de Rusia por la aproximación de la OTAN a sus fronteras mediante la integración de países que formaron parte del Pacto de Varsovia. "La OTAN está ahora 800 kilómetros más cerca de las fronteras rusas; las armas son muy distintas, la estabilidad estratégica se ha alterado en Europa. Todo está mucho peor que hace treinta o cuarenta años", advierte Karaganov.

El experto ruso traza un paralelo entre lo ocurrido a finales de los setenta y comienzos de los ochenta, con la llamada "doble decisión de la OTAN" rearme occidental con los "euromisiles" estadounidenses en respuesta a los SS-20 soviéticos, y dice que ahora se ha invertido la situación. Si entonces, explica Karaganov, "Rusia cometió la tontería" de estacionar sus misiles de alcance intermedio en sus entonces aliados, lo cual provocó la respuesta militar de Occidente, ahora se trata de tranquilizar a Polonia y las repúblicas bálticas estacionando allí armas y unidades de la OTAN.

Pero "eso no va a servirles de nada, sino que lo vemos sólo como provocación. En el caso de que estallara una crisis, esas armas serían aniquiladas. Rusia no volverá a combatir en su propio territorio", advierte el asesor del Kremlin. ¿Qué ilusos hablaron en su día de "convertir las espadas en arados"? Los fabricantes de armas de todo el mundo deben de estar frotándose las manos.

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