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La culpa fue de Angela Merkel

El empujón al Brexit lo dieron las políticas migratorias de la UE - El sí apuntala la campaña presidencial de Donald Trump en Estados Unidos

No fue la economía, ni la cuestión soberana de los territorios de la Gran Bretaña, si alguien condujo a Gran Bretaña al Brexit (el adiós británico a la Unión Europea, votado el pasado 23 de junio), esa fue Angela Merkel y la política migratoria adoptada en el verano de 2015. La canciller decidió entonces abrir Alemania y el resto de la UE a 1,1 millones de migrantes o refugiados de Oriente Medio y del Norte de África, a los que se irán uniendo muchos más.

El empujón definitivo al "bye bye" lo han dado los 630.000 extranjeros asentados en tierras inglesas a lo largo de 2015, la masa migratoria más numerosa desde las invasiones anglo-sajonas. La población ha pasado de 57 millones de personas en 1990 a 65 millones en la actualidad, con una tasa de nacimientos autóctonos cada vez más baja. De seguir el ritmo actual en una década las islas alcanzarían los 70 millones de almas, casi todas ajenas al té de las cinco con sándwiches de pepinillo.

Esa es la gran razón que ha impulsado a un 52% de los súbditos de su Graciosa Majestad a reclamar una Inglaterra para los ingleses, igual que el candidato republicano a la presidencia de Estados Unidos, Donald Trump, apela a los intereses de los americanos frente al tándem Clinton-Obama, más partidario de la apertura a los inmigrantes y de hacer la vista gorda con los ilegales. Esta tesis defendida, entre otros, por el analista conservador canadiense-estadounidense David Frum, el hombre que le escribía los discursos al expresidente George W. Bush, en un artículo publicado en la revista política "The Atlantic", ha calado en buena parte de la sociedad del Reino Unido, que a diferencia de otros estados de la UE -sobre todo, España, Grecia, Portugal, y también Italia y Francia, en menor medida- no ha conocido la dura crisis de los últimos años. Frum advierte a Hillary de los peligros de caer en un "merkelianismo" que puede costarle la elección.

La simbólica visita de Trump a Escocia el pasado 24 de junio, un día después de la consulta, tiene un alto valor simbólico. Para los conservadores estadounidenses, siempre recelosos del euro y de la integración europea, empieza una nueva etapa de mayor cercanía aún con sus primos hermanos de este lado del Atlántico.

Y no nos engañemos, para los ingleses el "Brexit" no es un drama. Ellos no han perdido poder adquisitivo en estos años, bien al contrario, han visto como su país se llenaba de emigrantes llegados de todo el mundo, dispuestos a realizar los trabajos más duros. Ahora han caído en la cuenta de que esos extranjeros eran también potenciales usuarios de sanidad, educación y vivienda, competidores en el sistema de protección social, y lo que a todas luces parece más relevante: importadores de un modo de vida ajeno al de la tradicional clase media inglesa. Y es que la sociedad británica, que nunca ha sido racista, sí ha sido, es y será profundamente clasista y ha escenificado en el referéndum una gran rebelión popular contra un futuro europeo del que los británicos se han sentido cada vez más apartados

El fracaso de las encuestas, que en los días previos se balanceaban a favor de la permanencia, es, según la visión conservadora de Frum, síntoma de que algo va mal en el reino de Isabel II. La industria de los sondeos será otra de las grandes damnificadas por el "Brexit", aunque no tanto como los extranjeros, entre ellos una amplia colonia española, que residen y trabajan en el Reino Unido. El largo adiós planeado por David Cameron no ha gustado en la Comisión Europea de Juncker, mucho menos en el Consejo que preside Donald Tusk. Los cambios deben ser rápidos. El nuevo estatus de esos trabajadores, hasta ahora comunitarios, es una incógnita. También es incierto el porvenir de los jubilados que disfrutan de vacaciones y propiedades en España, Italia y el sur de Francia, ¿Cómo se desenvolverán los mercados inmobiliario y financiero con un Reino Unido fuera de la libre circulación de personas y mercancías? Analistas como Frum se lo preguntan. La respuesta se desvelará en pocos meses.

Con esta panorama de nuevo vienen a colación aquellas palabras de Gerald Ford en la víspera del referéndum británico de 1975 en el que las islas decidieron integrarse en el entonces Mercado Común, a cuyas puertas habían llamado varias veces sin éxito: "Creo que Europa se ve reforzada por la presencia de Gran Bretaña; nuestra fuerza global en el mundo occidental también mejora y se fortalece". Las frases de Ford enlazan con el apoyo al "remain" expresado por Barack Obama, preocupado por la negociación del Tratado de Libre Comercio con la Unión Europea (TTIP), que habrá que reformular. Esta vez no hay vuelta atrás.

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