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Aparcar la discrepancias

Mariano Rajoy ha explicado vagamente sus pretensiones negociadoras con respecto a la próxima legislatura: tras desechar por pragmatismo la idea de la 'gran coalición' que es con todo la que más le atrae aunque resulte inviable, ahora se conforma con un 'pacto de mínimos' que le permita la investidura y adoptar las primeras grandes decisiones económicas: el techo de gasto, que ha de remitir a Bruselas, y los presupuestos generales del Estado, que deben empezar a prepararse para que pueda tener lugar, con la cadencia requerida, el preceptivo trámite parlamentario que consolide las cuentas públicas. Dicho gobierno de mínimos se obtendría, según sus propias palabras, por el procedimiento de avanzar en las coincidencias y "aparcar las diferencias". Pero si se adoptase esta curiosa estrategia, es muy probable que no hubiera modo de llegar a puerto alguno. Dos partidos distintos, como el Partido Popular y Ciudadanos (y ya no digamos PP y PSOE), coinciden en los grandes principios pero discrepan en casi todo lo demás, por lo que el camino para que cooperen en el gobierno no pasa por orillar aquello en que no hay coincidencia sino en ponerse a negociar las discrepancias con sentido conciliador, voluntad de acuerdo y flexibilidad de criterio.

Pero, además, el PP no puede conformarse con pactar con Ciudadanos: necesita más apoyos, y el partido más cercano del que puede obtenerlos es el PNV. En este caso, las discrepancias son serias pero su resolución conviene a ambas formaciones y al país. PNV y PP tienen hoy en su mano el cierre definitivo para la historia de la cuestión etarra, y es necesario que los dos concierten sus posiciones. Aunque Rajoy tenga que hablar vasco en la intimidad una buena temporada.

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