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Religiones absurdas

No hace mucho, el Club Diario de Mallorca albergó una conferencia sobre una religión divertida y absurda: el pastafarismo. Explicada rápidamente, esta religión afirma que el universo fue creado por una entidad llamada el "monstruoso espagueti volador" que es un conjunto de espaguetis con albóndigas que, según sus adeptos, posee las mismas cualidades que cualquier otro Dios todopoderoso. No necesito dar detalles de esta religión; si alguien tiene interés, la puede buscar en la Wikipedia. Pero, si ahorro su descripción no es porque la desprecie; al contrario, el Pastafarismo es importante porque obliga a pensar sobre las esencias de la religión.

El pastafarismo no es un caso único de religión absurda. Quizás aún más divertida es la religión de los adoradores del "unicornio rosa invisible", un dios que reúne tres paradojas: es un unicornio, un animal inexistente. O sea, que es algo que no es. Además, es rosado (intenten imaginar un animal real de color rosado) (y no vale la pantera rosa) y es invisible, contradiciendo la esencia absoluta del color: si el color rosa existe, es porque es visible y si fuera invisible, no podría ser rosado. Nuevamente es algo que no es.

Quizás, uno de los antecesores de las religiones absurdas fue la "tetera espacial" propuesta por el filósofo Bertrand Russell en una conferencia que impartió en 1952. Afirmó categóricamente la existencia de una tetera indetectable girando alrededor del sol entre las órbitas de la tierra y Marte y continuó solicitando a quien no creyera en su existencia, que aportase pruebas para avalar su escepticismo. Un disparate, porque si alguien afirma que algo existe, es él mismo quien debe demostrarlo y, en este caso, era Russell quien debería haber demostrado su afirmación. Pero enseguida, Russell observó que si su tetera estuviera descrita en algún libro antiguo y si la existencia de la tetera hubiera sido explicada desde siempre a los niños en las escuelas, y predicado a todo el mundo los domingos como algo sagrado, quien osara negar su existencia sería calificado, como mínimo de loco y, tal vez podría ser condenado a la hoguera. La verdad es que la Biblia no perdería nada de su valor si se reescribiera substituyendo todas las menciones a Dios, bien por el monstruoso espaguetti volador, bien por el unicornio rosa invisible o por la tetera espacial de Russell.

Vistas así las cosas, calificar de absurdo el pastafarismo tiene tanto sentido como decir lo mismo de cualquier otra religión. Elijan la que quieran. Porque la fe es el problema filosófico de todas, un requisito que nunca falta y que, por su propia naturaleza, es inatacable. Es imposible dar la razón o quitarla a quien afirma que profesa su fe en algo, sea un dios, sea una tetera interplanetaria.

Más aún. Es imposible saber si quien afirma que cree en cierto dios, está diciendo la verdad. En nuestro país, una gran mayoría de personas afirma que cree en el Dios cristiano, omnipotente, bueno, sabio y justo, que premia a los buenos y castiga a los malos. Y sin embargo, todos estos creyentes pecan, es decir, se arriesgan a un castigo que ellos mismos creen que es seguro. En otras palabras, su fe no parece tan firme. Por lo tanto, hay tantas razones para dudar de la fe de un pastafariano como las que se suponen en un creyente de otra religión que, sabiendo que irá al infierno si roba, miente o mata, no se preocupa mucho y de hecho roba, miente y mata y, como nadie puede tirar la primera piedra, todos los que afirman su fe no son tan creyentes como dicen. O sea, que es tan verdadero y tan legítimo creer en un uno de los dioses tradicionales, como en el pastafarismo o en cualquiera de las calificadas como religiones absurdas. Porque todas, repito, todas, descansan el algún absurdo indemostrable. "Credo quia absurdum", Creo porque es absurdo, decían los Padres de la Iglesia en su viejo latín.

A pesar del absurdo, ser creyente tiene sus ventajas. Por ejemplo, se ha demostrado que quienes creen y rezan se curan antes de sus propias enfermedades, es decir, que algunas veces la religión es útil. Aunque se ha comprobado en múltiples ocasiones que la oración deja de funcionar si cambia su intención. Francis Galton, uno de los grandes científicos del siglo XIX fue el primero en analizar estadísticamente la salud de los reyes del Reino Unido. Demostró que no vivieron más que sus súbditos, a pesar de que, en las iglesias, todos los domingos se rezaba por la salud de los monarcas. El absurdo: Dios parece escuchar al que reza por sí mismo pero está ausente cuando la oración tiene otra intención.

Tristemente, las religiones reúnen, junto con algunos aspectos positivos, otros muy negros. En estos momentos vemos los estragos que hacen, en nombre de su dios, los creyentes de una de las grandes religiones. El problema está en que todas las religiones desplazan la verdadera causa de las atrocidades, que es la suma de ignorancia, desigualdad e injusticia y obligan a pensar que matar y/o morir por dios implica heroísmo y santidad. Realmente, esos fanáticos asesinos son víctimas enloquecidas por una religión que oculta la existencia de razones más profundas y más mundanas.

Volviendo al principio, las llamadas religiones del absurdo permiten descubrir que las religiones de siempre también defienden el absurdo sin pestañear. Lo llaman fe y afirman que es una virtud. Pero no es verdad: sólo es insensatez.

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