Diario de Mallorca

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Publicaba la semana pasada este diario la denuncia, o no sé si la queja pero da lo mismo, de un turista al que le habían cobrado veinte euros por una botella de agua en una playa de Calvià. Son cosas de la oferta y la demanda, que diría Adam Smith, y cualquier teórico del mercado libre haría de inmediato una pregunta, la pregunta pertinente: ¿compró el turista su botella? Porque la clave en el precio que se pide por las cosas está en si hay alguien dispuesto a pagarlo. Es por definición el concepto mismo de precio y éste depende de lo que antes se decía, de la oferta y la demanda. Cuanto más escaso sea un bien, más va a subir su valor y, así, cuando mi familia veraneaba en el pueblo de Cebreros recuerdo que si tenías sed llamabas a la puerta de una casa y pedías por favor que te diesen un vaso de vino. De agua, no, porque había poca y era demasiado cara.

Claro es que estamos hablando de muchos, muchísimos años atrás. El alcalde de Cebreros, Pedro Muñoz, me ha enviado la fotocopia de un cartel en el que mi padre avisaba de grandes festejos en el pueblo, un suelto de cosa de un par de folios de tamaño en el que, a guisa del anuncio de una corrida de toros, se decía que con permiso de la autoridad competente y aunque el tiempo lo impidiese ?porque era bajo techado iba a celebrarse mi primer santo. Se trataba, pues, del 18 de julio, el día que en aquel entonces mi santo y el de mi padre, coincidiendo con la fecha de comienzo de la guerra civil. Y el año, el de 1947.

En 1947 no había agua en el pueblo de Cebreros y en 2016 no la hay en las playas de Calvià. No la suficiente porque, de lo contrario, otro vendedor más avispado la vendería a un precio inferior. Salvo que todos ellos se pongan de acuerdo en fijar lo que hay que pedir por una botella, cosa que, como se sabe, constituye un delito para el que hay incluso un tribunal encargado de perseguirlo.

A la vista de la cantidad de espabilados que intentan burlar la ley de la oferta y la demanda, mucho trabajo debe tener ese tribunal, que se ha vuelto comisión ahora. Como se sabe, el intento de sustituir la mano negra de Adam Smith por un mecanismo de fijación de los precios dependiente del Estado fue un experimento que se llevó a cabo a lo largo de buena parte del siglo XX en la Unión Soviética y lo que se denominaban entonces países satélites, con resultados muy conocidos. Se ve que no escarmentamos porque suben de manera considerable en intención de voto los partidos que apuestan por el control férreo de la economía desde los poderes públicos. Éste es en verdad necesario por culpa, por ejemplo, de los listos dispuestos a hacerse ricos vendiendo agua en Calvià pero a los de mi edad nos da un vahído al pensar en que el control se convierta en obsesivo y podamos volver a los tiempos de los planes de desarrollo de Franco. Igual merece la pena patentar otra vez el gasógeno.

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