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Matías Vallés

Al Azar

Matías Vallés

El fiscal no es Zola, es Cela

Internet ha multiplicado las citas erróneas, porque nos despreocupamos del contexto para apropiarnos de episodios clásicos que resalten nuestro...

Internet ha multiplicado las citas erróneas, porque nos despreocupamos del contexto para apropiarnos de episodios clásicos que resalten nuestro excelente concepto de nosotros mismos. Si la civilización ha de sobrevivir, conviene instaurar un tribunal que condene las evocaciones desvariadas. Y de tribunales íbamos a hablar, porque los fiscales del caso Infanta colocaron sus conclusiones bajo la advocación del J'accuse de Émile Zola. Admitamos que el lance decimonónico viene tan desfigurado que serviría para que una publicidad de lavadoras denunciara a los fabricantes que multiplican los depósitos calcáreos.

Ahora bien, imaginar que los poderosos fiscales iban a arroparse en un texto periodístico contra el poder, desborda el asombro a que nos ha acostumbrado internet. Máxime cuando los supuestos acusadores denigran simultáneamente una pretendida conjura mediática, contra la inmaculada Cristina de Borbón. Actuando como periodista, Zola se rebeló desde la portada del diario L'Aurore contra las instituciones de que participa la fiscalía, el Gobierno y la justicia plagada de errores. Entre otras cosas, tanto el autor como el medio en cuestión sabían que iban a ser perseguidos judicialmente por su alegato. Zola fue condenado por calumnias y huyó a Inglaterra para evitar el ingreso en prisión. Los fiscales mallorquines fueron jaleados por sus partidarios, y pernoctaron tranquilamente en sus domicilios. Su arrebato ha sido olvidado a la misma velocidad a la que fue pronunciado. El "¡cuánta vaciedad!" se les vuelve en contra. La fuerza del J'accuse no radica en la acusación, sino en el riesgo asumido.

Zola no se arriesgó a conciencia para defender a la hija privilegiada de un rey, sino a un militar judío de segundo nivel. Una cosa es sostener que la Infanta es inocente, y otra colocarla a la altura de Dreyfus. Tal vez por esas transposiciones literales que propicia el teclado, el arrebatado manifiesto de los fiscales se halla más cerca de Cela que de Zola. Al Nobel patrio le cuadraba mejor el desgarro hueco, por no hablar del menosprecio a nuestros vecinos sellado con su célebre frase, "a nadie le ha invitado nunca un francés a un café".

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