Diario de Mallorca

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Recuerdo haber leído en tiempos, cuando las mujeres comenzaron a ejercer su trabajo en cargos políticos, quejas porque siempre que se hablaba de la asistencia a un acto público de una ministra, una consejera o una directora general, lo que resaltaban las crónicas era la manera como iban vestidas.

Por suerte ya no se habla de los zapatos, la falda o el pantalón de las ministras. Pero con motivo del debate del lunes pasado entre los candidatos a la presidencia del próximo gobierno (si es que llega a haberlo) me he encontrado con la sorpresa de que casi lo único noticiable que podía hallarse tras horas de fintas y vaivenes era cómo iban vestidos los cabezas de fila del Partido Popular, Unidos Podemos, el Partido Socialista y Ciudadanos, citados por el orden de éxito que les dan las encuestas. Con la particularidad de que todos ellos son varones porque se ve que no ha llegado aún el momento de que haya mujeres candidatas.

Dos de los debatientes, dicen los apuntes, llevaban corbata. Tres, americana y pantalón o traje. La unanimidad se dio con la camisa blanca.

Es de suponer que la forma como se viste cualquier candidato a la presidencia del Gobierno para el único acto significativo de la campaña electoral será motivo de mucho estudio y controversia dentro del gabinete de cada partido político. Como ya hemos negado la importancia de las ideas, superada con creces por la imagen que se da en la televisión, es cosa de decidir cualquier detalle, desde la presencia o ausencia de corbata hasta el color de ésta, si se lleva, el tono de la camisa y hasta la tela de los pantalones. He leído unas declaraciones el líder del partido del que más se habla en estos días reconociendo que éste, su partido, no se explica sin la televisión pero no se explica sólo por la televisión. No aclara por qué más se explica pero sí que se extiende sobre si él mismo suele o no llevar corbata. Es reconfortante ver que vamos a decidir el destino de la economía, los impuestos, la cultura, la educación y hasta el sentido de España en los próximos años fijándonos en cómo viste quien aspira a presidir el consejo de ministros. Y más aún consuela que las figuras emergentes le dan importancia sobre todo a ese detalle.

Cuando se pusieron de moda los vaqueros hubo un problema en los discotecas: cómo decidir quién entraba y quién no, si todo el mundo llevaba unos Levi's o unos Lee. Los porteros dieron con mirar los zapatos, que pasaron a ser las señas de identidad. Adelante quien lleve Sebagos; se queda fuera el de las bambas, que era como se llamaba entonces a las zapatillas de tenis, siempre blancas. Ahora nos hemos quedado también sin ese criterio; bueno, nos hemos quedado sin criterio, punto. Pero respiraremos con alivio cuando sepamos no lo que va a hacer el próximo presidente con las pensiones sino si llevará o no corbata en la toma de posesión.

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