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¿Entrar en resignación?

No vi el debate femenino de la semana pasada. Mea culpa, mea culpa, mea maxima culpa. No por objeción de conciencia, sino por imperativo laboral. Cuando encendí el televisor faltaba poco para que terminara y pensé quedarme? pero al cabo de unos pocos minutos, entonces sí, me dediqué al zapping irredento. Con todo, la cosa dio para un par de reflexiones. De entrada, la idea de los niños con los niños y las niñas con las niñas no me parece muy afortunada; suena a teloneras frente a primeros espadas, o a concurso de camisetas mojadas frente a lucha libre mexicana. Y, como colofón, el día siguiente me sorprendió el casi nulo seguimiento en los medios televisivos. La cadena organizadora le hizo un hueco en los informativos, pero por lo demás, silencio absoluto. Hay silencios que dicen más que mil palabras.

Entre el alfa y el omega, y aunque lo poco que vi del debate no me permite un riguroso análisis político, ahí van mis impresiones. 1.- Las participantes me resultaron envaradas, cautas y aferradas a un guión que, a juzgar por el lenguaje corporal de las cuatro, estaba rodeado de simas pavorosas y fosos con cocodrilos. 2.- Tres en pantalones y una en falda. En la actual tendencia al marketing político nada es casual, y se jugó con unos supuestos modelos indumentarios donde, oh paradoja, resultaba más rompedora una recatada falda que el sobrio, y soso, traje de chaqueta y pantalón que todas las revistas venden a las mujeres como uniforme del éxito. 3.- Perfecto equilibrio de colores, indicador de cierto acuerdo previo? o de un nuevo triunfo de la telepatía femenina. Y 4.- He aquí los premios especiales. Medalla a la telegenia para la representante de C's. Medalla a mirar al mundo desde tres o cuatro pisos de altura con cara de por favor, no tienen ni idea, para la representante de Unidos Cuore Podemos. Medalla a no pienso dejar de interrumpir y de hacer apostillas, con o sin manoteo, para la representante del PP. Medalla a ¿pero esto no podríamos hacerlo igual sentadas?, para la representante del PSOE.

Hoy, sin embargo, hay que hablar de otro debate, el de ayer. El debate Alfa, por así decir. Cuando escribo estas líneas ignoro cómo se desarrollará, si será fecundo en momentazos o aburrido, lleno de novedades o un catálogo de raca-racas; ignoro si la ciudadanía apreciará voluntad de compromiso, honradez y sentido común en sus líderes políticos, o si verá una reedición del teatro del absurdo que llevamos contemplando desde hace seis meses. Todo ello ya se sabe hoy. Días atrás, un político cuyo nombre no alcancé a oír pedía por la radio que los votantes españoles "no entraran en resignación"; más allá de lo peregrino de la forma, la frase tenía su miga. Pues bien: hoy sabremos si podemos atender a la petición de este aspirante a padre de la Patria o no. Porque anoche nos dieron las pautas, unos y otros.

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