Diario de Mallorca

Diario de Mallorca

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Maduros, verdes, naranjas y azules, rojos o morados?

Mientras ellos, los aficionados, buscan inspiración allende los mares, los demás nos levantamos y empezamos a trabajar. Así decía más o menos Philip Roth en Elegía, y la observación viene que ni pintada respecto a los políticos (siempre amateurs) y sus representados, respectivamente. Porque cualquiera podría deducir que el descubrimiento de América sirve estas semanas para que los cabezas de lista no confundir con cabezas de listos, para no llamarse después a engaño se hagan allí con argumentos que justifiquen sus posturas, a falta de programas u obras de los/las que sentirse orgullosos.

La ambición por conquistar el poder no es lo único que los iguala. Todos precisan de la comparación que pinte de indiscutibles sus alegatos y les permita hacerse con el sillón. No obstante, los votantes podrían exigir de la campaña algo más que palabreo, buenas intenciones o un pasado cuajado de tropiezos; de ahí que unos y otros disparen por elevación y utilicen los avatares venezolanos como recurso: una herramienta para descalificar al contrario, posicionarse por contraste, meter el miedo en el cuerpo a los dubitativos e intentar que sea, la historia de otros, un peldaño más para el salto a la Moncloa. Se sabe que todo lo del mismo tiempo se parece y ni les cuento con elecciones de por medio, así que ya tenemos, de visita caraqueña, a Felipe, Zapatero o Rivera como antes hicieron los de Podemos y, cualquiera de los viajes, carnaza para Rajoy, tan necesitado él, por ayuno en cuanto a ideas, de razones prestadas.

Por ende, Venezuela y su todavía presidente dan para el análisis, especulación o la pura demagogia a gusto de cada cual. Y si es cierto que en todos lados cuecen habas, allí las hay para todos los gustos, sin que los más críticos paren mientes en que es difícil emitir un juicio sólido y objetivo sobre lo que no se comparte. Sin embargo, los recientes acontecimientos en aquel país desde que Hugo Chávez, mudado en pajarillo, dejara de inspirar a su sucesor, cautivado por el apellido y por suponerle ya maduro, se han convertido en un verdadero filón. Maduro o menos está loco como una cabra (sentenció Mujica, el expresidente uruguayo). "Loco, pero de amor por la república bolivariana", respondió el aludido. Quizá sea a resultas de ese amor que ha declarado un estado de excepción para hacer frente a las supuestas amenazas de golpe de Estado auspiciado por EE UU y, entretanto, impide el referendo para su destitución y sigue al frente de una nación que es campeona en suspensiones de pagos, actualmente desabastecida y que cuenta con uno de los mayores índices de delincuencia en el mundo.

Un contexto, en suma, proclive a interpretaciones variopintas entre los de aquí. Empobrecimiento derivado de la presión internacional y por tratarse de un régimen molesto para los vecinos del norte. "No sólo una dictadura sino algo peor" (Rivera, el de C's), pero que tiempo atrás fue asesorada por algunos de entre quienes también se presentan el próximo 26 o, tras perder en los comicios, Maduro se sigue pegando al cargo como algún otro más cercano a nosotros. Y para conjuras del capitalismo allá, las de la Merckel acá. En fin: que según un ala del espectro político en España, la avidez de poder motiva a los bolivarianos más que la hambruna ciudadana y, del otro lado, se trata de un deterioro propiciado y cuidadosamente calculado por los poderes fácticos.

El caso es que, por sobre unos hechos etiquetados a conveniencia de intereses e ideologías, lo que predomina es la voz del cantor porque, cuando las ideas se desmenuzan para entrar en detalles, pues igual aquí que en Venezuela: según el cristal. Por decirlo de otro modo: que en un principio fue el verbo y así seguimos, mientras que los significados quedan a gusto del consumidor. Es el verbo con el que nuestros próceres visten a la República venezolana y sus derivas. Por no abundar en el verbo del propio Maduro y, sea cual fuere el crítico, o el glosador, propicia demasiadas veces unos comentarios irónicos equiparables, como diría Fernández Flórez, a la sonrisa de la desilusión. Nada más lejos de lo que sería deseable a la vista del desmadre que nos rodea y que tiene visos de continuar durante la iniciada campaña electoral.

Dan ganas de exclamar, más de una vez, aquel "¡Por qué no te callas?" con que se despachó el anterior Rey, pero dirigido a los que ahora se postulan para organizarnos la vida bajo cualquier color: azul, rojo, naranja o quién sabe. ¡Cobarde!, ha dicho Maduro de Rajoy. Pecadorrrr, podría haber añadido y, desde ahí, seguir con Chiquito como sería lo adecuado para esta tragicomedia. ¡Que tenéis menos contenido que un Kinder Sorpresa, Kondemorl! Y menos imaginación que el chef de Mc Donald's, pedasos de fistro. ¿Os dais cuén? Reconozco que me he pasado un pelín, como diría Rafa Nadal aunque, pese a ello, ¿se irían ustedes con alguno de ellos a una isla desierta? Porque yo preferiría llevarme un diccionario a escucharlos. ¡Por la gloria de mi madre! Máxime si vuelven a sacar, por enésima vez, la Venezuela bolivariana a colación.

Compartir el artículo

stats