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Ramón Aguiló

Escrito sin red

Ramón Aguiló

La pulsión totalitaria

En su reciente debate en Salvados, Pablo Iglesias se definió a sí mismo y a la coalición que encabeza para las próximas elecciones como la nueva socialdemocracia, frente a la vieja que encarna el PSOE. También, como patriotas, entendiendo que patriotas son aquellos que defienden los intereses de la gente. En declaraciones a la prensa ha proclamado la condición de socialdemócratas de Marx y Engels. Son una muestra significativa de la perversión del lenguaje con el objetivo de confundir y engañar a la ciudadanía. Iglesias demuestra haber aprendido la funesta lección impartida por otro insolvente intelectual como Zapatero, a quien, por otra parte, no escatima elogios al intentar que la oposición venezolana acepte retirar la exigencia de referéndum revocatorio a cambio de la libertad de sus presos políticos. Fue Zapatero el que dijo que las palabras están al servicio de la política y no al revés. Esto nos llevó a ignorar el diccionario de la RAE que define el matrimonio como unión de un hombre y una mujer. Las palabras son, por supuesto, una convención. Y la comunicación será posible en la medida en que les atribuyamos el mismo significado. Cuando no lo hacemos, cuando usamos, engañando, las palabras abstractas para sostener nuestros intereses políticos, sucede lo que explica Hugo von Hofmannsthal en la Carta de lord Chandos: "Las palabras abstractas, de las que conforme a la naturaleza se tiene que servir la lengua para manifestar cualquier opinión, se me desintegraban en la boca como setas mohosas." Poner las palabras al servicio de la política esconde la pulsión totalitaria. "La cuestión está en saber, dijo Alicia, si puedes hacer que las mismas palabras signifiquen cosas distintas." "La cuestión está en saber, dijo Humpty Dumpty, quién manda. Eso es todo." Quien también ejemplifica la cuestión es George Orwell en su 1984, donde se explica perfectamente la neo lengua como el instrumento del poder totalitario.

Hace apenas dos años, Iglesias se definía sin matices como comunista y el proyecto político que impulsaba era un proyecto transversal donde no cabían los viejos conceptos de izquierda y derecha. De hecho, era un desertor de IU al no haber aceptado el nuevo disfraz del PCE colocarle en las listas electorales para el parlamento europeo. Ahora, no solamente se define como socialdemócrata e interlocutor del Papa (vanitas vanitatum omnia vanitas), en un ejercicio de funambulismo político nunca visto, sino que, para legitimarse, manipula la historia calificando a Carlos Marx y Federico Engels como socialdemócratas. Si algo ha definido a la socialdemocracia ha sido el gradualismo político, el respeto a la democracia y el mercado y el rechazo a la dictadura del proletariado. Debido a ello, los socialdemócratas, especialmente los más izquierdistas, como Kautsky, fueron objeto de ataques demoledores como el de el tan admirado por Iglesias Vladímir Ilich Uliánov, Lenin: "La revolución proletaria y el renegado Kautsky". Le acusaba de querer conciliar el proletariado con la burguesía y de convertir a Marx en un adocenado liberal. Tengo ante mí la edición de 1974 de la editorial Ayuso de El manifiesto comunista. Dice en su introducción: "Un espectro se cierne sobre Europa: el espectro del comunismo." Entre sus consideraciones: "Los trabajadores no tienen patria". Termina diciendo: "Los comunistas declaran que sus objetivos sólo pueden alcanzarse derrocando por la violencia todo el orden social existente. Tiemblen, si quieren, las clases gobernantes ante la perspectiva de una revolución comunista. Los proletarios, con ella, no tienen nada que perder, como no sea sus cadenas. Tienen, en cambio, un mundo entero que ganar. ¡Proletarios de todos los países, uníos!" ¡Qué podía esperarse de quien cita la inexistente Ética de la razón pura! De la degradación de la socialdemocracia del PSOE se tendrá que derivar su regeneración, no su sustitución por un populismo demagógico que no se para en mientes en su intento de confundir a la gente para conseguir el poder; al estilo de Lenin, con la mentira.

Se definen como patriotas. ¡Quién iba a decirlo, hacen suyos los rótulos que presidían los cuarteles de militares y la Guardia Civil! "Todo por la patria". Según la RAE, patria tiene dos principales acepciones: "Nación propia nuestra, con la suma de cosas materiales e inmateriales, pasadas, presentes y futuras que cautivan la amorosa adhesión de los patriotas" y "Lugar, ciudad o país en que se ha nacido"; "Patriota es el que tiene amor a su patria y procura todo su bien". Eso de Iglesias no es patriotismo, es el ámbito de la política. Defienden una España plurinacional. Decir que España es una nación de naciones es un recurso verbal para dar solución a un sudoku imposible. Es el truco de poner las palabras al servicio de la política aunque derive en un absurdo medieval. Si dicen que España es un Estado plurinacional niegan a España su condición de nación. Y entonces hay que preguntarse de qué nación es patriota Iglesias. ¿De Castilla? ¿De Vallecas? Y Ada Colau y Domènech serán acaso patriotas catalanes, pero no patriotas españoles. ¿Y los podemitas vascos son patriotas españoles o vascos? ¿Y los de las Mareas gallegas?¿Verger? ¿De los Països Catalans? En fin, si tuviéramos que dar credibilidad a las palabras de Iglesias, deberíamos aceptar que un pandemónium de patriotas de distintas patrias enfrentadas entre sí (si admitimos que los gobernantes de Cataluña han declarado que su adversario es el Estado, que es el concepto político-administrativo de la nación española contemplada en la Constitución), va a arreglar los problemas de la patria. ¿Cuál? Ni idea.

Dice Iglesias que quieren el referéndum en Cataluña porque creen en la democracia. Más demagogia y más mentira. En democracia se vota dentro de la ley, la Constitución; aprobada por una inmensa mayoría de españoles, especialmente de catalanes. Sin ley no hay democracia. Y la Constitución, en su artículo 1º.2 dice que la soberanía nacional reside en el pueblo español. En su artículo 2º consagra la indisoluble unidad de la nación española, patria común e indivisible de todos los españoles. Sin cambiar antes estos artículos, pretender hacer un referéndum es un intento de golpe de Estado. Hacerlo es reconocer la soberanía del pueblo catalán, en contra del artículo 1º.2. Aunque el referéndum fracasase, se habría reconocido la soberanía que reclaman los nacionalistas catalanes, lo que avalaría la repetición del referéndum tantas veces como fuera necesario hasta que se validase la independencia.

En el programa, Iglesias defiende políticas keynesianas de gasto, 60.000 millones de euros. Esto en una economía abierta e interdependiente y sin moneda propia es una barbaridad. Sólo es posible endeudándonos mucho más de lo que ya lo estamos (¿quién prestaría?), incrementando el déficit y sin posibilidad de pagar a nuestros acreedores. Y teniendo como consecuencias un incremento de las importaciones que agravarían mucho más el déficit comercial, la bancarrota y el rescate como en Grecia, con bajadas aún más cuantiosas de sueldos, pensiones y pobreza. Alberto Corazón decía el miércoles, en El País, que ya se había arrepentido de haberlos votado. Ojalá que la tentación del abismo al que puede enviarnos Podemos no arraigue en el corazón de los heridos por la partitocracia incompetente y corrupta.

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