Diario de Mallorca

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Están investigando a Messi en los juzgados por un posible delito fiscal y ahora salta la noticia de que la fiscalía quiere que se juzgue a Neymar por corrupción. Como los dos son jugadores del Barça de hecho son sus dos jugadores más renombrados trabajo cuesta encontrar un culé que no sospeche que la mano de Florentino Pérez, el presidente del Real Madrid, está detrás de los fiscales. En particular porque cabe imaginar que la mayoría de los jugadores de ingresos enormes habrá hecho lo posible y lo imposible por evadir impuestos. Y el club blanco tiene en su nómina un buen puñado de estrellas del balón.

Es en verdad sorprendente que el rechazo de los ciudadanos hacia los políticos que tienen sociedades en Panamá y cuentas en Suiza no se traslade al fútbol. Cabría pensar que hay una diferencia porque los sospechosos de corrupción que ocuparon cargos políticos pueden haber puesto la mano en el dinero de todos mientras que los futbolistas cobran de una asociación o una empresa privada. Pero la diferencia no se sostiene demasiado si tenemos en cuenta que el dinero de todos los impuestos es el que sufraga los hospitales, las pensiones y los colegios. Al final roba lo mismo el que sabe marcar un gol de chilena y el que lo que sabe es moverse por los arcanos de las subvenciones. Tal vez la diferencia mayor esté en el carácter de icono del club de mis amores que tiene un as del cuero. Nadie, excepto los políticos nacionalistas, en luna de miel con quienes suspiran por la independencia, levanta pasiones en un terreno tan arisco como el de la administración.

Yo no sé si un mundo ideal como ése que idean los escritores y los filósofos de tanto en cuanto sería posible sin pan y circo, o sin proceso independentista y fútbol. Lo que sí sé es que cada vez que llega el verano y se pone en marcha el mercado de fichajes hasta un futbolista de segunda fila cuesta cerca de treinta millones de euros, una cifra a la que no llegaría nunca cualquier funcionario o asalariado ni aunque viviese dos siglos sin jubilarse (ni comer, ni vestirse, ni alquilar un piso). Semejante disparate puede que se justifique en términos de mercado pero hace saltar todas las alarmas de lo que cabría llamar el sentido común. Quien gana al año millones de euros (varios) se ve tentado por la idea de pagar lo menos posible de impuestos y de esos polvos vienen los lodos de los poderes ante notario para el progenitor o el contrato firmado con un especialista en sociedades opacas. Hasta ahí, digamos que el esquema cuadra. Lo que ya se entiende peor es que, encima, perseguir a esos presuntos se antoje una maniobra rastrera por parte del enemigo en la liga del fútbol. Si aplicásemos las tablas de efectividad que se le exigen a un comercial de cualquier empresa, Los messis, ronaldos y benzemás tendrían que haber metido ya un par de goles desde el túnel del vestuario. En vez, se lamenta que los fiscales les persigan, pobrecitos, y encima por fiarse de papá.

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