Diario de Mallorca

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José Carlos Llop

Porcel revisited

Esta semana fui a visitar a Baltasar Porcel. Hacía algunos años que no nos veíamos y fui con ganas. Me recibió enfundado en un largo abrigo de piel que le daba el aire de un trampero del Canadá, de un explorador polar, de un avistador del yeti. Llevaba las manos en los bolsillos y tenía las piernas abiertas, como quien está a punto de desenfundar y necesita afianzarse en la tierra. Eso era muy Porcel. El estatismo de quien a nada de la vida se niega, pero lo espera con tanta desconfianza como dominio del posible entusiasmo, para después entregarse a ello como un niño con zapatos nuevos. Con abrigo de pieles o sin él. Porcel sabía que las ilusiones todas ellas eran el mejor carburante de la vida. Y pasó por la vida sin perder, ni perderse, ninguna. La dedicatoria que figura en mi ejemplar de L'emperador o l'ull del vent libro por el que obtuvo el Premi Ramon Llull en 2001 y que yo le presenté en Palma reza así: 'A José Carlos Llop, aquesta inmersió en les il.lusions tràgiques, amb una gran abraçada'. Las ilusiones trágicas. Han pasado quince años de aquello y siete de su muerte. Y no, no fui a visitarlo a su tumba en Andratx. Hay escritores a los que sí Rilke o Graves o Brodsky, por ejemplo y otros a los que no, porque seguro que harían un chiste y además, les daría igual. Porcel, por ejemplo: Qué fas aquí, homo? Su idea de celebración de la vida no pasa ni pasaba por unas flores depositadas ahí.

Fui a visitar a Baltasar Porcel al Gran Hotel, sede de Caixafòrum y lugar donde han instalado comisariada por Julià Guillamon la exposición "Baltasar Porcel: Mallorca, Barcelona, el Món". Sólo que al mundo le han quitado la mayúscula, porque ortodoxamente no la lleva (aunque para Porcel sí la llevara: no sé si tanto como Mallorca, pero sí más que Barcelona, por mucho que Barcelona fuera su residencia y hoguera y feria de las vanidades). Pero decía que fui al Gran Hotel la exposición se podrá visitar durante varios meses y me hizo gracia pensar que una semana antes de su inauguración, en el mismo edificio, se hubiera proyectado el documental que Carlos Agustín y Belén Tánago han realizado sobre Camilo José Cela y aquellos que lo conocieron, amaron y trataron. Por razones obvias Porcel no aparece en ese documental, aunque conoció y trató mucho a Cela. Amarlo no sé, porque siempre he pensado que Porcel amaba sobre todo la vida y a sí mismo, bastante y los demás sólo eran formas de esas dos proyecciones del amor. Pero el azar es objetivo y pese a que Cela tampoco aparece en la exposición, la relación entre ambos Porcel trabajó para Cela y sus Papeles de Son Armadans, antes de marcharse de la isla fue para Porcel muy importante. Y así como la sintonía y por tanto enfrentamientos, también con Llorenç Villalonga fue grande, unas veces entrañable Villalonga estaba fascinado por la personalidad porceliana y otras muy lúcida basta repasar su magnífica correspondencia, con Cela creo que sólo hubo y fue mucho la crudeza del aprendizaje para desenvolverse en el mundo, incluyendo el llamado mundo de la cultura. Porcel aprendió mucho de Cela aunque nunca se diga y hay muchos rasgos comunes en ambos y no sólo porque gallegos y mallorquines nos parezcamos en varias cosas esenciales.

Mientras paseaba por las salas de la exposición pensé en la importancia de Porcel para la isla que también es grande y en la manía que le tenían la mayor parte de sus contemporáneos allá por los setenta. Hablo de escritores e intelectuales. Qué hizo o qué no hizo, no lo sé, pero cuando aparecía por Palma se ponían muy nerviosos. Y cuando no estaba y salía en la conversación siempre había algún exabrupto o descalificación o desprecio. Él pasaba olímpicamente y sonreía como el gato de Cheshire. Y hay un momento de la entrevista que puede verse en una pantalla de la exposición, donde le preguntan qué animal le gustaría ser y contesta 'gato o pantera' y ahí está la maestría de Villalonga (a quien tantos abandonaron por Cela, más potente). Villalonga, quien había escrito que de joven fue pantera para de adulto domesticarse como un gato. Pero vuelvo a Mallorca, aunque nunca salga de ella. Baltasar Porcel, a la isla, le metió en vena Faulkner y le añadió a otros faulknerianos contemporáneos suyos, que fueron algunos de los escritores del 'Boom'. Pienso, sobre todo, en García Márquez, y en Alejo Carpentier. Su lectura contribuyó a forjar su mito particular a partir de Andratx. Él nunca entendió Palma y eso se trasluce en sus novelas pero nos dejó la memoria atávica de Mallorca como nadie antes y nadie tampoco después. Porcel es la voz forana, de la misma manera que Villalonga es la voz ciutadana y ambos juntos, nuestro mapa. Un mapa donde nos encontramos, pero también nos perdemos. De pérdida o extravío. Y eso Porcel lo sabía muy bien. Aunque tal como está la cosa, me preguntaba yo el otro día, si Baltasar Porcel Villalonga desde luego no pertenece también al mundo de ayer, ese que al mundo de hoy desconociendo lo que se pierde y cómo se empobrece ni contempla, ni valora, ni le importa.

"Baltasar Porcel: Mallorca, Barcelona, el món" es un recorrido por algunas de las claves del mundo y la vida porcelianos. Y aunque en las entrevistas se resista a citar a Pla se pelearon, acaba haciéndolo. Y al hacerlo, una vez se ha recordado lo que fue Porcel y fue más de lo que se recuerda o evoca uno piensa en los homenots planianos, aunque incluso ese calificativo le quede corto. Porcel fue más como fueron más Juan March o Joan Mascaró, cada uno en su estilo y no mitifico. Lo quiso todo y lo hizo casi todo. Tras esa sonrisa de puñetería insular, un tanto tartárica en los ojos, se escondía alguien cuya estirpe descansaba vuelvo a la imagen de las piernas abiertas y afianzadas sobre la tierra con la que nos recibe en el Gran Hotel en el espíritu corsario, por un lado él era un pirata, y en el de la aventura de Marco Polo, por otro. No les suene tan grandilocuente y léanlo; comprobarán que no exagero y que eso es Baltasar Porcel. O si no vuelvan del revés la frase: ¿qué otro escritor mallorquín del siglo XX hizo lo que Porcel? Su testamento, búsquenlo en sus libros, pero no olviden su vida, escrita también desde la pasión, que fue el lugar que eligió para pasar por ella, sin muchas contemplaciones y con gran capacidad de disfrute.

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